Deja que el agua corra por su piel. Siente cada gota delineándole las curvas. Acompaña el camino del agua con sus manos. Cierra los ojos, y dejan de ser sus manos. Son las manos de él, que la sabe de memoria. Acaricia sus pechos; acaricia sus muslos. Recuerda a su amante haciéndolo también. Tan bien. Sus dedos encuentran el camino, que es puerta y que es destino. Se siente bien. Le sube el calor a las mejillas mientras piensa que sus dedos le recuerdan a él. A su lengua entre sus piernas, al aroma de su piel. El agua sigue corriendo por su cuerpo y su corazón también. Sus dedos encuentran el ritmo, el momento y el lugar en su cuerpo que sólo ella sabe y sólo él sabe encontrar. Piensa en él, en tocarlo, en sentirlo, en tenerlo tan dentro que no pueda escapar. Y llega. Y se va.
Nadia L. Orozco
Un relato motivado por Él se masturba, de Julio Muñoz.
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