martes, 15 de enero de 2013

10 palíndromos



1)      Sí, esa casi saca seis.


2)       Sí, ese da. Sí, misa de seis.


3)       Eso lo supe: Tan ilesa, vaselina te puso, lo sé.


4)       Seria soné: “¿Ubican allá? Allá nací, Buenos Aires.”


5)       No deje tocar acné en cara. Coteje, Don.


6)       "¡Arde, Dra.!" Oí: "Deme remedio, ¡arde, Dra.!"


7)       Así poner freno, ¡pisa!


8)       “No recicle papel".


— Cicerón.


9)       No mil islas. Sal sí, limón.


10)   Sané manos y son amenas.


Por Pepe Aguilar Alcántara

@PepeAA

Es una noche tan absoluta de silencio.



Es una noche tan absoluta de silencio. Silencio desgarrador, herida elusiva, ilusiva, pero abierta con toda la realidad del mundo. Una luna se sostiene en el cielo que contiene dentro de sí a mi mirada. Somos ella, ello y yo, sin más ni menos. Si describo, pierdo. Si escribo también. Yo me traiciono de diferentes maneras -pienso, mientras contemplo aquella palidez espectral-. Ésta soledad, asesina por mí, ya que le doy razón para no existir. Me pierdo tan sigilosamente para luego encontrarme otra vez en el usual estado de deterioro. Yo no sé. No sé. Nada sé salvo de la adjetivación salvaje, insípida, despiadada. Confundo el fondo con la forma, la forma con el fondo, y al momento de ver otra vez, encuentro lo mismo con un grado más de pesadez. El lenguaje que conozco a medias y los personajes rudimentarios acentúan esta carencia de mí. ¿Cómo explicarlo? pues, un ejemplo: al ver mi reflejo en los espejos, los vidrios o el agua, me reconozco como lo que soy: un desconocido. Sollozante, la esperanza en mí me obliga a proseguir; narciso, el reflejo finge comprender. Así crecen mis raíces: en una dicotomía constante que me aleja cada vez más.

Si tan sólo... y no hay "más". Tristísima existencia.

Jesús Gallardo @OceanSoulx

Surco el cálido aire de tu aliento



Surco el cálido aire de tu aliento,

escribo con la caricia de mi voz el deseo;

murmullo que se posa a la orilla de tus labios de dulce carmesí.

Espero en el silencio mientras inhalo el perfume de tu piel;

gotitas de tu ser asoman desconfiadas por los poros,

me miran tras la puerta,

susurro a sus oídos y vuelan impetuosas;

despliegas el aroma de la vida,

Al fin abres la puerta a tu infinito espacio.

Me escribes poesía con el vaivén de tu mirada y

tu dulce aliento me encuentra en aquel sueño

donde permanezco solo a causa de tu ser.





Nilza Vargas
Twitter: @Plavalagunazul

El espejo retrovisor

El espejo retrovisor
El primero en sorprenderse ante la descabellada idea fue el tipo que lo observaba desde el espejo retrovisor, muy parecido, sino idéntico, a ese que era antes de abrirle la puerta a… a eso; aún no sabía bien a bien que era, ni sabía si existía un adjetivo que lo dibujara en su mente pero sin darle vida, sin apretarle las costillas hasta hacerle pasa el corazón. Sentía en la columna vertebral y en las pelotas el miedo a darle cuerda a la idea, dejarla deslizarse hasta lo más profundo de un abismo en el que se encontraría a otra versión de si mismo, pero más retorcida y que la usaría para escalar hacia la superficie; en verdad lo asustaba todo eso. Se dio cuenta que no podía olvidarla, pero tampoco podía evitarla, ahí estaba el pensamiento diminuto como ajonjolí, echando raíces en la tierra de las fantasías, acechando en la parte más oscura de su conciencia como un francotirador anónimo en un rascacielos, como un asesino despiadado esperando que su victima pisara medio metro sin luz para dejarle caer encima todo el peso de su sombra y hundirle el cuchillo que transforma a un hombre normal en un depravado.

Era un mediodía normal, los rayos del sol pegaban en la ventana del chofer y lo obligaban a traer la visera abajo, volteada hacia el sol. Él iba manejando su viejo cacharro color tinto oxidado, tan sucio por fuera como por dentro, tan sucio por todos lados como ahora se sentía a si mismo. En el aparato de sonido se reproducía “Nebraska”, una canción de El Jefe Springteen, cuando la vio parada a unos cuantos metros del semáforo donde ahora hacían alto todos los coches. Era una mujer sin mayor atractivo que ser mujer, chaparrita, morenita y medio gordita, con un vestido entallado a mitad de los muslos, hablaba por un celular y masticaba chicle. En cualquier otro momento habría pasado casi inadvertida, pero no en aquel, no para él. Ni siquiera volteó a verlo, ella ni se enteró de la avalancha de sombras que se desató en uno de los muchos hombres detrás de un volante que voltearon a verla, como perros olfateando a su alrededor por si les llegaba el olor de un buen hueso o una buena perra en celo. ¿Quién era esa mujer? ¿Era solo una mujer anónima que hablaba por teléfono con una amiga o algún galán anónimo ella y con el cabello relamido en gel mientras esperaba el colectivo? ¿Era acaso una prostituta que estaba haciendo stop en esa esquina, esperando unos cuantos billetes para guardar en la cartera sudada que portaba en la otra mano? ¿Era solo un pretexto para que por fin se despertara un monstruo que ni siquiera sabía que dormía bajo su piel? Todo eso lo pensó justo antes que cambiara su luz y justo antes que sintiera una punzada entre las piernas, tan solo un chispazo sin llegar a flama, un poco de sangre bombeada a medio gas hasta su entrepierna.

Por un momento pasó por su mente dejarse llevar, ¡pero no!, no quería materializarlo, pero era una idea que cayó en su cabeza así, como un rayo en la apacibilidad de un pueblo abandonado, inevitable y silenciosa si no había nadie que certificara el ruido de la caída. ¿Qué se sentiría ponerlo en su boca, pegado a sus labios cerrados y luego abiertos?, quizá al principio, flácido y adormilado. ¿Cómo sería la sensación de sentir una boca distinta a la ya tan conocida boca de su esposa? Quizá sentiría en la lengua de la mujer la misma frescura del chicle que masticaba sin descanso. ¿Sería acaso caliente, rasposa y con la turbia humedad de la cavidad prohibida? ¿O sería helada y sin lo que se necesita para provocar el despertar del animal? Ahí estaba ya, lo había pensado para si mismo y ya no había marcha atrás. ¿Sentiría algún tipo de asco por el olor a sudor del mediodía y aroma a perfume, seguramente, barato de la gordita? ¿O por el contrario, cerraría los ojos y se rendiría al placer infinito de que se lo chupara con la pericia lenta y medida de una puta que sabe retribuir con justicia cada peso cobrado. ¿Se vendría rápido o por el contrario notaría como, al encontrar desconocidas las caricias, se le escondería el orgasmo detrás de su indignada conciencia, como duro castigo por sucumbir al placer de la carne dentro de la carne? ¿Cómo sería el pago? ¿Cuánto costaría que se lo chuparan hasta que se le derramarán las ganas? ¿Se lo bebería, la mujer, todo, sin hacer gestos y luego seguiría masticando su chicle ahora con sabor a esperma y menta? ¿O abriría la puerta para escupirlo en el pavimento? ¿Diría algo o se limitaría a tomar su dinero y regresar a la esquina a esperar el siguiente cliente? ¿Se lo chuparía sin lavarse la boca? ¿El habría sido el primero, justo al empezar su puta jornada? ¿O era uno del medio y por lo tanto, en su miembro estarían ya las células del orgasmo de otro macho?

Luego pensó en su esposa, si ésta sería capaz de detectar, aún días después de su descarrilamiento, el sabor de otra saliva o el sabor a traición en el esperma que por segundos almacenaría una vez más en su boca. ¿Le miraría a los ojos mientras lo chupaba, como tratando de adivinar qué era lo que encontraba diferente en su carne inflamada o desecharía la idea y seguiría chupando con los ojos cerrados pero la mente inquieta sin saber por qué? ¿Lo dejaría a medio orgasmo al percatarse que ese miembro ya no le era exclusivo y correría a vomitar al baño? ¿O lo mordería con furia hasta dejarle un dolor tan grande como su tristeza, como su ego de mujer malquerida? ¿Haría maletas y tomaría los niños para irse a refugiar bajo el techo paterno? ¿O las maletas que haría, serían las de él, con montones ropa apretujados por la prisa y por la ira? ¿Y si se colaba a los diarios, como esos famosos que los atrapan con la bragueta abajo y las ganas dentro de una puta? ¿Lo correrían de su trabajo por depravado o se convertiría en algún tipo de apestado para hombres y mujeres? Secretamente admirado por unos y tal vez deseado y a la vez repudiado con sentimientos encontrados por aquellas mismas mujeres que hasta entonces lo había ignorado. Dio vuelta en una manzana, a dos cuadras se apreciaba la silueta larga de 12 pisos donde estaba su hogar, su mundo y su futuro.

Volvió a pensar en la boca de la gordita, en el labial gastado y la piel quemada de sus labios medianos, volvió a preguntarse si valdría la pena meterse en esa boca, deslizarse en esa lengua desconocida. Se preguntó si después de morder la manzana prohibida, le surgirían deseos de dar otro tipo de mordidas, de meterse en otro tipo de lugares prohibidos, de darle rienda suelta a otro tipo de fantasías, de dejarle abierta la puerta a un monstruo que llevaría su mismo nombre, pero que no sería el mismo hombre que miraba en el espejo del baño cada mañana antes de ir al trabajo, el mismo padre de familia, normal y urbano, que se despedía de su esposa y de sus hijos 6 días a la semana.

Mientras ponía la palanca de velocidades en “P”, jalaba el freno de mano y apagaba la marcha del coche, volteó lentamente hacia el espejo retrovisor. Sin importar las respuestas a todas sus inquietudes, se dio cuenta, con sorpresa y horror, que ya no estaba en el espejo el hombre que había visto en ese mismo espejo cuando hacía alto en el semáforo unas horas atrás y una gordita masticaba chicle, con un celular de teclas gastadas al oído; se percató que en el espejo, ahora lo miraban los ojos del monstruo en el que se había convertido.

Renko

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No quiero




No quiero…

Ser libre de ti, tampoco quiero caerme, ni perder.

No quiero dejarte para otra vida, tampoco para esta,

espero saciarme de ti,

exprimir hasta la última gota de tu exquisita existencia,

por eso hazte el horizonte que contemplo cada despertar.

Yadira Silva
@YadizDaSilva

No me cabes en una sola hoja


No me cabes en una sola hoja, te necesito escribir en el árbol completo.
Tal vez solo está midiendo mis alas, tal vez el vuelo que puedan alcanzar mis palabras.
Tal vez en algún momento llegue el nuestro, tal vez solo se asegura que esté sana mi alma.
Hay historias de amor que se cuentan a través de unos ojos que se llenan de narrarlas.
Jamás se escriben, se viven. Así historias como ésta. Así las historias nuestras.
Ni una sola hoja dediqué a tus ojos, ¿y cómo podría? una sola no basta.
Ni mil árboles terminarían de narrar lo que guarda tu mirada.
Y no te escribí un solo verso, ¿cómo podría? si tus ojos y tus labios me robaron las palabras.
Sin embargo, te cincelé en mi memoria para siempre.
Ahí no se escriben los versos, se viven y repiten cada vez que cierro los ojos y te veo.
Por eso no me esfuerzo en las palabras, las conoces todas, todas las guardas.
Porque sabes que para leer solo basta el alma.
No es nostalgia lo que me llena en estos momentos, sino tú.
No podrías ser recuerdo si aún sigues viviendo dentro.
A veces te saco a pasear a través de mis ojos solo para que compruebes que aún sigues vivo.
Hoy nos pondría en todos los caminos del mundo para caminarlos todos, para explorar las
posibilidades de tantos hubieras que se frenaron.
Para leer y sentir, solo nos basta el alma.
Poderoso caballero resulta usted, guardado en mi memoria.
Hoy narré una breve historia de amor eterna, de esas que no acaban, porque una sola vida no basta para vivirla y narrarla.
Y me sorprendo escribiéndole, cuando ni él mismo espera nada, cuando ni yo pensaba, en sacar a pasear mis palabras.
El color de mi poesía toma tu nombre y toma tanta fuerza tu presencia, que incluso en una hoja en blanco, no serían necesarias las palabras.
Así existen hombres que llenan en una simple hoja lo que a muchos más les toma un libro completo.
Cuando le escribo como hoy, la poesía toma otro color, no lo había notado. Tal vez es esperanza.

Silvia Carbonell L.


Si pudiera


Si pudiera cubriría tus ojos de besos para que permanecieran soñando.
Y si estas manos te cubrieran serían para que no padecieras de tormentas ni te ahogaras, porque ahoga tanto una pena como un desierto de palabras.
Llenaría de susurros tus oídos con palabras dulces para que no escucharas falacias amargas.
Llenaría tu almohada de poemas, para que solo soñaras poesía y no un puño de palabras.
Si pudiera te pintaría mil sonrisas sobre el borde de tu cama, para que al despertar sonrieran cada una de tus mañanas.
Pintaría tus noches de luna salpicadas de faroles y de estrellas, para que cada una fuera
inolvidable. Noches vivas y eternas.
Si pudiera borraría mil recuerdos, de esos que visten tus ojos de agua y llenaría tus ojos de
recuerdos, de esos que permanecen en calma.
Velaría tu sueño, sería al pie de la ventana que te observa y encontrar en cada estrella, un sueño nuevo que te arrope y te proteja.
Si pudiera cambiaría los paisajes que te nublan cada vez que el sol esconde su rostro.
Si pudiera, el sol mismo amanecería en tus ojos.
Arrancaría las nubes que atormentan tu mirada, les sacudiría el agua que te ahoga y que te empaña.
Si pudiera, este mundo no estaría de cabeza, seguiría tus pasos y con ello todo el mundo en ti girando.
Tu rostro no caminaría agachado, alumbraría tus ojos, esos hermosos ojos que yo tanto he amado.
Si pudiera hacer de luna mis palabras, ellas llegarían solas, en silencio a tu ventana.
No padecerías frío solo tendrías noches plateadas.
Si pudiera, robaría los abrazos de todo el mundo para que cobijo y amor no te faltaran.
Evitaría que mi pluma destilara mis palabras. Te diría estas mismas, bajo el sol de tu ventana.

Silvia Carbonell L.




Observatorio


Me enamoré de una roca.

Ayer salí en bici a mi cerro cercano, unos 20 minutos en carretera y ya estaba metido en un camino de tierra resbalosa y oscura que en algunas partes aún se encontraba húmeda por la lluvia de ayer, el agua había labrado los caminos dejándolos lisos como la roca y con un poco de brillo que reflejaba un poco del azul del cielo que ayer fue gris. La tormenta fue larga y seguro que hoy hay nuevos ríos.

Huele a mujer morena, a mulata rejuvenecida, al hermoso olor de la tierra mojada. Al rededor del camino ya se empiezan a notar los hongos y el nuevo verdor de las plantas que estaban a punto de morir hace dos días. Hoy vengo a buscar un árbol pequeño, un bonsái, una pequeña pieza de vida que por azar y destino le tocó crecer en algún lugar no apto pero que creció a pesar del terreno, no lo vengo a rescatar, vengo a llevármelo a mi casa para tener algo que cuidar, un pequeño árbol que crezca con la grandeza de su especie en un espacio reducido. Sólo quiero algo de vida además de la mía.

Llevo una hora de camino, ya comienzo a escuchar un río, la caída del agua, la turbulencia, las piedras, escucho las piedras, el sonido que guardan para cuando pase el agua, su unión a la gravedad, a la grave edad que deben cargar, su peso de los años que las obliga a aterrizar y su sonido, su sonido que me atrae y me paraliza, me bajo de la bici y aún no vislumbro el río, camino por piso de tierra, ya no es suelo, es piso fértil, camino entre rocas secas rodeadas de humedad, sólo guiado por el sonido de unas piedras que están más allá de esos álamos y pinos.

La veo, con sus formas suaves, pulidas, marcando el paso del agua, la escucho resistiendo, dejándose al fondo, siendo ella misma casa y ventana, no lo puedo creer, me he enamorado de una piedra, de su capacidad para crear música que transporta, de su comunidad entre las otras rocas, y su tiempo, su tiempo que hule a lluvia, a río nuevo,a agua fresca y renovada, esa piedra huele a cielo.

Me arrojo al río engrandecido, siento el agua fría llenándome, envolviéndome, cubriendo todo mi ser como nadie, y tomo la roca y ya no suena, la he sacado de donde pertenece y me ha negado su música y su olor, se siente seca y yo estoy húmedo y también sueno en el agua y me dejo llevar, me siento volar y estoy en el fondo,pero me  dejo que invada todo de mi y ya no tengo frío, el agua está tibia y turbulenta y veo venir hojas de pino y álamo, dejándose llevar como yo. 

Uno nunca sabe lo que sabe hasta que lo escribe

A principios del año pasado me pasaba todo y nada interesante, traía un universo de pendejadas y buenas ideas en la cabeza sin nadie a quien contarlas, sólo las vomitaba en mi pequeña libreta que no dejaba que nadie leyera. Era un buen universo paralelo, que dejaba mis necesidades satisfechas.

Y de repente un día que me meto al Face y veo un nuevo grupo de Groupies que se había organizado para hacer una blogrevista desde la semana pasada :( Llegué tarde, pero supliqué un poco y que me dejan entrarle, apuesto a que muchos ni me había leído ni me conocían, pero por lo que entiendo esto se trata de escribir bien y bonito y porqué no alguien más algo tendrá que apotar.

Y no sabía por dónde comenzar, todos mis textos me parecían basurita perfecta para anuncios de publicista de alguna universidad barata, mis fotos pésimas, pero ya estaba ahí, así que a escribir y tomar fotos y a publicar lo que pensaba que era bueno. Publicaba tanto como podía, tanto como mi mente desorganizada lograba, pensaba toda la semana en lo que quería dar a entender, en la historia que quería contar, pensaba en los Groupies y en los Confabulantes y en Los Conejos, platiqué con mucha gente desconocida en la calle, conté algunas de sus historias y otras las reservé para mi y mi libreta, conocí personas muy interesantes y horizontes contables, descubrí otros universos paralelos que en realidad se tocaban con el mio y el de todo aquel que se muestre interesado.

No sabía lo que escribía pero lo hacía, porque esa es mi idea de escribir, conocer, conocerlo todo y conocerme a mi, desenredar las ideas y hacer con ellas letras y palabras mas o menos coherentes para aquel que quiera tocar otra arista de otro mundo que parece lejano. Y pues estoy muy feliz de todos los intentos, de las oportunidades, de que mis viajes tengan un motivo, de enfrentarme con más valor a la ahora pantalla blanca que ha dejado atrás a la hoja en blanco y al golpeteo del metal sobre el papel.

Más amigos y compañeros de vida y de historias, que les quiero a pesar de no ver a ninguno pero que compartimos la importancia por compartir. Para mi eso ha sido Con Fabula en su primer año.

Uno nunca sabe lo que sabe hasta que lo escribe y le importa lo que escribe y lo que va a leer algún otro conejo en el mundo. Uno debe escribir mucho para abrir mundos, para expandir su universo a otros y comprender que en realidad todos compartimos el mismo universo.

En éste caso estoy agradecido con todos los de Con Fábula, por un año maravilloso de estrés por cada nuevo número, de hacer cosas entre todos, del compromiso logrado semana a semana, estoy feliz porque sé que cada semana hay una historia que contar y alguien que la va a leer.


*El amanecer de los conejitos suicidas by Andy Riley, Diciembre 2010