Me arrastra a su eje, sus ojos, el centro. El mar donde me hundo en sus aguas negras y abro universos donde no necesito nada porque yo me siento plena.
Arrastran sus manos, el arquitecto donde soy el plano con el que construye los sueños.
Arrastra, soy agua y él mi río que empuja mi cause abierto donde se descubre la abundancia.
Me arrastra y su tacto, las manos perfectas de un pianista acariciando melodía.
Indiscutiblemente lo logra, el color de sus letras toma otro tinte más profundo y más intenso que hace el sello de mi fuerza.
Arrastra y su boca tan mía, embona en perfecta simetría. Al chocar nuestros labios, los mundos, se funden y nace poesía.
Me arrastra y soy todo, no pedazos a los ojos, nada a medias, todo entero, soy y existo. Respiro y germino en semilla naciendo en un poema en medio del paraíso.
Le arrastro y él gira. No es satélite, es un sol bailando al ritmo de la luna en poesía.
Nuestras manos llevan huellas de tantos tiempos, que el arrastre al chocar los ojos es inmediato, en esta vida o en cualquiera.
Indiscutiblemente es arrastre, la fuerza más poderosa de mi naturaleza, por él soy tierra, sombra, nubes, cielo. Sobre todo luna en marea.
Huracán, la tierra explotando de sus entrañas en volcán.
Así se ama en sus brazos. Desaparece este mundo y se abre el universo.
Nunca sombra, siempre un sol, que ningún dedo señalando, podrá ocultar ni borrar de la faz de mi rostro.
Roca, arrastre en piedra que no se mueve, firme, con los pies bien plantados en la tierra y con la mano encima conmigo en el universo.
Si le necesito volcán él abre sus entrañas y me abrasa. Si mis lágrimas se escapan, él hace llorar a la tierra. Que nada me toque, porque desata su furia, tiembla y erosiona, si de mis ojos una lágrima se asoma y se aparta.
Si necesito un poema, pinta jardines de colores en fotografía y me lleva a cada paisaje donde no me pierda nada de lo que sus ojos miran.
Su arrastre tiene nombre de tiempo, nada sucede sin que antes no pase por sus ojos, sea sostenido por sus manos y depurado hacia mis labios.
Me arrastra, desaparece este mundo y nos invaden las letras, me lleva a la profundidad de un universo que se llena de palabras nuestras.
Le arrastro y él atraviesa mareas si un suspiro mío le necesita en la tierra. No hay cielo que no atraviese por mis ojos rompiendo el sonidos y distancias.
Nunca gravedad alguna nos atrapa en otros centros. Demasiado diseño perfecto, no fue hecho para girar hacia órbita cualquiera.
Arrastre, marea, ola que choca en roca y no se queda. Ola naciendo y acariciando la arena, isla eterna y abrazo a la tierra.
Sol que abunda y no desaparece, sol que nace en las mañanas y si se marcha, pinta el cielo de ocaso y viste la noche para que no le pierda.
Marea en la tierra, yo luna alcanzando con la punta de mis dedos sus caricias en la arena. En medio, ninguna fuerza capaz de evitarlo, ni lograr que yo desista de amarle y quedarme a su lado.
Se lleva, se guarda y no se entrega. Se queda y no se marcha, nada puede moverlo del lugar en que se posa. Dentro, dueño y señor del reino. Dentro, el mar donde yo guardo la arena y todo mi tiempo.
Silvia Carbonell L.