Tengo algo que confesar, no… no voltees, no quiero que al mirarme en tus ojos tiemble mi voz o escapen los pensamientos. Deja que lo diga de lejos, que mi voz vaya eliminando distancia y baje poco a poco hasta ser un susurro detrás de tu oreja. Yo, el que ha aprendido a no amargar sus deseos con lo que no puede tener… tengo envidia.
Envidia de los calendarios sin mi inicial en ellos. Tengo envidia de los espacios de tu corazón que han estado habitados. Tengo envidia de las pupilas que han visto tu sensualidad desbordarse. Tengo envidia de los rayos del sol que calientan tu piel. Tengo envidia de las ventanas que se han abierto en tu espacio. Tengo envidia de la cámara que sostienes entre tus manos. Tengo envidia que se aviva y cala, del pensamiento que anida tan dentro de ti, de la sangre que te recorre todo el cuerpo.
Tengo envidia de la buena y de la mala también. Tengo envidia de la fantasía que humedece tu deseo; De esa pasión que te arranca gemidos, de esa pared que se pega a tu espalda. Tengo envidia de tu almohada y del agua que te limpia, que te moja y refresca cada mañana, de la toalla que te seca y de la tela que te cubre, envuelve y aprieta; Tengo envidia del palpitar en tu pecho, de la mano que unta de crema cada posible destino de mis besos; Del aroma que flota a tu alrededor y del carmín que pinta tus labios al salir. Hasta de tu día y de tu noche…. tengo envidia.