En esta noche tan alta que se estrella en el cielo, en medio de la habitación, en un crujido de nada, no deseo escribirte una carta, porque las letras viven en el papel, yo por el contrario, amiga del futuro, yo quiero vivir en ti. Pero sucede y acontece, ese reloj de la pared, ese calabozo de aire, me obliga a comprimir todo lo que vive dentro en estas letras de nadie.
Desde este escritorio, te veo dormida, arropada con la nostalgia sobrante de la noche, desnuda del mundo, con tus lunares de siempre, pequeños agujeros al centro de tu alma, desearía algún día prestarte mis ojos para que te veas y sepas porque hinchas mis pupilas de amor. Me apresuro, no quiero estallar y mancharte de dolor esa alfombra que tanto quieres. Antes de decirte el futuro, aunque tú lo sabes porque tú lo eres, gracias por encerrarme en los ojos de mi hija, esa pequeña niña con el alma de todo, por habitar los míos, por entrar cuando yo te esperaba en cada sonido de la puerta, por vestirme la piel contigo, por los besos que de tu boca partieron hacia mí, por esos días en que hacías correr al frío con tus manos desnudas, por crecer con la esperanza voraz, justo donde me golpeaba el mundo, yo el viento solo, tú el innegable jardín de flores.
Ahora es mi turno de develar las huellas, incrustadas ya, en la vanguardia del camino, las decisiones me han tomado, yo las perdono, porque no te conocen ni te sienten. Un día te veré volver con la sonrisa de los que vuelven para quedarse siempre, pero amiga, tú ya eres para siempre aunque te falte por ser.
Te dejo un gato en el techo, él simulará el sonido de la lluvia cuando necesites recordarme. Me dejo en ti como asombro en el recuerdo, como disparo de vida, colgado al principio de esas ganas de llorar, en esa maldición que echarás al viento. Pero hoy, mi nostalgia alquila las ruinas que me habitan, yo simplemente quería encontrarte camino a la cocina, todos los días del “hasta que la muerte nos separe”, pero ya ves, te dejo eso a ti, retratarme en los ojos como si estuviese donde no estoy.
Quiero que sepas, nunca terminé de sufrirte, escribirte, de encerrarte la voz en mis besos, de contarle al perro de la calle lo linda que lucías, de verte en cada vaho de espejo, de encontrar la verdad perdiéndome en ti, pero las huellas, el mar no se las lleva, sólo viene a tocarte los pies para recordarte, es decir, deben estar mis pasos en alguna esquina de tu alma, si preguntan por mí, sonríe y te harán cosquillas en el corazón.
Ahora que siempre fuimos uno, qué nombre nos ponemos, cómo nos llamamos sin voltear al viento, los dos al mismo tiempo, dejo que tú lo elijas, pero ahora, quiero despedirme con estas gotas suicidas que desgarran la ventana, con el mundo que llevo puesto en los ojos, o que más bien, me lleva casi ya puesto en su tierra.
Perdóname, porque tal vez, un día sentada, en medio de la habitación vacía del mundo, en el centro de ti misma, leerás esto, y el horizonte se comprimirá en tu ventana, y yo, yo no estaré para abrazarte, no estaré para desfigurar tu sombra con mi cuerpo, para secarte el llanto que llevarás dentro, si deseas hacerme pagar, llora, llora para inundar hasta los más profundos recuerdos, porque también sufriré, porque desde que te vi, me duelen tus ojos.
Si me encuentras con un hueco en la sien, no lo culpes a él, porque el hueco, el abismo, la herida, soy yo. Me voy, no porque el reloj me llama, él no, sino el monstruo infame que nunca se cura y siempre sucede, el tiempo.
Recuerda, el sol se repite para que nunca lo olvides, y aunque no te pese la espalda, en ti dejo todo lo que soy, Adiós.
Levi Velázquez
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