Ya pardeaba la tarde y la oscuridad nos seguía. Nos bañaba una ligera llovizna: supimos entonces que las nubes suspiraban.
Caminamos una de esas calles tristes que se saben tristes porque nadie sabe cómo se llaman. Veía tu carita en los charcos y tus ojos que brillaban. Tenía tu manita tomada de la mía. Tan tibia y tan chiquita, tan cerquita te sentía. Te sentía toda mía.
Teníamos hambre y zapatos rojos. Teníamos cabellos rizados y cansancio en los labios. Después llovía.
Yo buscaba quedarme y tú llegar, y a fin de cuentas a pesar de buscar, no encontrábamos luego de tanto caminar.
Me mirabas un poco triste, un poquito cansada. Te tomé entre mis brazos, y te di esperanza. Nos sentamos en un parque y la noche se acababa. Sentadita sobre mi regazo, tomé tu carita entre mis manos: "Sueña quedito, mi niña", dije, "que me vas a despertar".
martes, 3 de enero de 2012
Un sueño
Nadia L. Orozco
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