Este año en particular no hice más que perder.
Perdí un trabajo que no quería y no necesitaba, amistades dañinas y enfermizas, relaciones que no me llevarían a ninguna parte, mi miedo al agua y a viajar al sur, mi miedo a mostrar lo que escribo y a dejar que los textos se defiendan solos, a que las fotografías sean lo que siento de deben y ser cada vez más el niño que dejé de ser y a aconejarme, a dejarme apapachar y a curiosear de nuevo.
Creo que a veces uno pierde mucho y eso resulta ser lo mejor. Ahora esto llega a su fin pero creo que es un fin digno y bondadoso que sin duda a todos nos traerá muchas cosas y seguramente a algunos ya nos las ha traído.
Gracias por tantos martes y tantos universos.
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