Se ve gris, pero no es gris. Es una apariencia bien guardada entre dos tonalidades diametrales. Es una tregua eterna entre el negro y el blanco. Pero más importante: un punto medio. El gris representa el momento en el que la moneda está realizando acrobacias aéreas (así como los chinos). Se apoya en el viento. El viento –como es de saber– no resiste a la monedita y el azar entra en escena. Los colores juegan con la lluvia también, y todos dependen del gris para jugar, es decir, el gris es un árbol y las ramitas y moscas, que vuelan alrededor, son los mil y un colores que alcanzamos a ver. Nadie te va a creer eso, me dice un lápiz de color gris. Ya te van a conocer, le respondo, cuando se les acabe la tinta negra y, en su defecto, la buena dosis de transparencia.
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