Estaba el hombre sin saber qué escribir, sentado en
algún lugar aún sin imaginar en su mente.
Estaba el hombre sin poder caminar, sin hablar, sin
mirar, y sin ganas de escuchar a nadie.
Estaban sus manos sujetas, a lo que estaba creando,
era su vida lo que estaba escribiendo.
Estaba sentado, no lo sabía, estaba observando,
también sin saberlo.
Estaba el hombre, en algún lugar aún sin imaginar
en su mente, compartiendo consigo mismo su desgano.
Estaban las manos, los pies, los ojos, sus oídos, y
todo lo que le vino en par, sujeto a él, y nadie lo notaba.
Estaba el hombre, ese que escribía, ese que no
miraba, que no escuchaba, que no quería oír; ese hombre que caminaba mientras
escribía su propia vida.
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