En un pueblo del norte, vivía una niña que no conocía las palabras. Ninguna. Entonces las inventaba. Se pasaba todas las noches pensando y repensando. Mirando fijo un abecedario de cartón, que le había regalado de bueno nomás el maestro Luis, finadito el pobre tipo, y pariendo palabras.
La primera que creó, y no sin mucho esfuerzo, fue: constitución nacional. Después vinieron las leyes, los incisos, los párrafos, el preámbulo. Y ella entusiasmada y velada de insomnio, continuaba. Llegaron los decretos, el senado, los diputados, los jueces.... Y ella continuaba iluminada, las enmiendas, las cárceles, los presos... ¡Llenó todo un cuaderno casi, aquella noche de Diciembre con palabritas nuevas!. Presidente de la nación, primer ministro, secretaría de salud pública, confederación general del trabajo, proceso, desaparecidos, montoneros, activistas, fuerzas del orden, democracia, gastos reservados, decretos de necesidad y urgencia, fondo monetario internacional, libre mercado, primer mundo. Larga, la listita en tinta azul lavable y prolija.
Una tarde, según me contaron los paisanos del lugar, todos dormían la siesta, y el calor quemaba hasta los cardos. Y María, porque así se llamaba la chiquilina, estaba como siempre debajo del quebracho con su pluma, el cuadernito, y mirando fijamente el abecedario. ¡Cuando sucedió algo increíble!, después de haber escrito más de cuatro hojas de palabras relucientes, su mente se puso en blanco. Su lengua se enmudeció. Sus ojos se nublaron para siempre. Y no pudo entender nada de lo que había escrito. Ni una sola palabra. Nunca más.
Cuentan que anduvo hasta el día de su entierro, con bastón de quebracho buscando a tientas recobrar sus palabras por ahí. En el viento, en el tiempo, en los silencios de la siesta.
Yo tuve su cuaderno entre las manos, amarillento ya por los años, cierta vez que pasé por el pueblito.¿Y saben qué?, lo último que llegó a escribir la chiquita antes de aquella extraña explosión blanca fue: “Justicia.”
Hermoso :)
ResponderEliminar