Al borde del abismo, él la sujetaba. La tenía bien agarrada y sin dejarla saltar, sus brazos le rodeaban la cintura, su pecho se agitaba contra su espalda y sus labios pronunciaban su nombre con suavidad. No saltes, le decía, no te vayas.
Sólo estaba tentando al destino, no tenía ganas de saltar. Sólo estaba mirando el abismo, esperando encontrar, quizás sus razones, quizás su soledad. Sabía que no era el momento, mas quería intentar desprenderse de sus brazos y volar.
Ella sabía lo que iba a pasar. Como si lo viera, él la iba a soltar. Caería para siempre sin el fondo tocar. Si no era ahora, un día iba a llegar en que sus manos la iban a abandonar.
Y tiempo después, lo vería otra vez. Ambos lamentarían la caída. Él por soltarla, ella por caer. Y en una mirada querrían que todo volviera a ser como fue.
martes, 24 de enero de 2012
Así como fue
Nadia L. Orozco
Me gustó un mundo pincheencanto!
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