Es cierto que Roberto murió antes de que llegara a conocerlo. También es cierto que Roberto no murió, que vive en cada intento. Álvaro conocía a Roberto. Dónde y cómo se conocieron no viene a cuento. Lo importante es que Álvaro presentó a Nadia y a Roberto. Tampoco sé cuánto se conocen y si llegarán lejos. Lo que sé es que Nadia me lo presentó y así comenzó el juego.
Roberto era chileno. Aunque también era argentino y mexicano y español y, a pesar de que suena loco, sobre todo era Roberto. Y el tiempo verbal es incorrecto, no era, es Roberto.
Debo aclarar que, en realidad, no me enamoré de Roberto. Vamos, los que me conocen saben de mi amor por Nadia. Me enamoré de su forma de jugar el juego. De su forma de fragmentar la realidad y doblar el tiempo. De la manera en que, irremediablemente, te involucra al leerlo.
Hacía mucho tiempo que no leía una novela que me dejara perplejo. Que calara tan hondo. Que me empujara a caer en la sed del que sueña despierto. Cuando Nadia me mostró su ejemplar de “Los detectives salvajes” lo miré con recelo. Tenía otros libros que leer primero, así que lo dejé juntando polvo en el librero. Pasaron un par de libros y algo de tiempo antes de que me decidiera a leerlo. Y eso fue todo. Caí preso.
Puedo decir, desde mi infinita ignorancia, que ese libro de Roberto Bolaño vale en oro su peso, o, mejor dicho, lo que vale es lo que ganas al leerlo. Es un ejercicio invaluable. Es incalculable el empujón que le da a tus dedos. Te empuja a olfatear, a perseguir, a intuir, a armar el rompecabezas rompiéndote los sesos.
Sé que escribí mucho y no dije nada, o dije todo, ya veremos. Ahora estoy leyendo “Los sinsabores del verdadero policía” y sólo puedo decirles que vayan a su librería preferida y, sonriendo, pregunten qué libros de Roberto tienen esperando y se lleven uno a su casa y se unan al juego.
Rubén Ochoa
Ya hasta celos le tengo al Roberto... ¡ja!
ResponderEliminar