Quieta,
silencio florido de ave serena,
sirena de aires donde el azul es nuestro segundo
sol,
círculo roto.
Ya ida dejas las orillas y te sumerges entre el
pecho.
Ojos entrecerrados,
el espiral toma tu nombre, respiras y me columpio
en el vaivén de tus vientos;
allí me quedo, acá, en tu allá.
Te tumbas sobre la hierba sosteniendo el cielo con
la mirada,
te acaricio mientras asciendes y soy las alturas,
nube pasajera de sí misma.
No es que todo lo eleves, es que las cúspides
descienden para admirarte
Alexander Gnomo.
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