Hoy se sienta, altiva, en el mismo banco en el que tartamudeaba con 15 años. Mira de frente a su niñez, al recuerdo de sus muñecas en la estantería, y ríe con una risa que es crujido.
En septiembre siempre celebra su año nuevo. Han recorrido vendavales sus venas, y ha sido tormenta cada octubre de sus años vividos. Y sus noviembres llueven arrastrándola en torrente hasta que diciembre se deshace en sus manos.
Tiene raíces fuertes y piel de corteza, que tatuó con un corazón flechado por cada hombre que se enredó en sus verdes ramas.
Hoy ya no tiembla cuando el viento la desnuda y cubre de recuerdos sus piernas. Mira sin miedo al frío, desafiante, empuñando un termo de café. Saca de su bolso un regalo de cumpleaños en forma de libro y deja que se marchiten las hojas en blanco.
martes, 25 de septiembre de 2012
Treinta y tantos otoños.
Ester Marfer.
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