Mandona, inquietante, un diamante en bruto que se pule en segundos.
Así es la luna de los rizos colgantes.
Blanca con sus ojos de verde bosque.
Sonrisa que arrastra mareas a sus brazos,
mejillas de plata que siempre van iluminando.
Luna de los rizos chocolate vestidos de rojo.
Ella decreta mientras el universo se mueve a su antojo.
Luna llena, eres de queso, afirmó la niña, y luna se convirtió en la casa de todos los ratones de los dientes chimuelos.
Luna llena, eres despacio, decretó la peque, y el espacio comenzó a caminar más lento, a sus pequeños pasos.
Luna se apaga y llegan los conejos de la enana y hacen su magia.
Pintan estrellas y las avientan a la tierra mientras ellos ríen con sonoras carcajadas.
Dice con su voz armoniosa de soprano,
"Todos los conejos conducen a la luna, mami",
y siempre sonrío dándole razón mientras la tomo en mis brazos.
Ella duerme por si ocaso cansada, pero si el cielo llega a encenderle faroles, la pequeña luna se despierta y comienza la noche.
Conejo sale de noche, dejando cuentos y fábulas mientras corretea a la niña en sus sueños en el reflejo del agua, cada que cierra los ojos mientras llega la mañana.
Y cuando luna se apaga, lo único que la mantiene soñando es que yo le escriba sus versos y cuentos mientras permanezco despierta a su lado.
Silvia Carbonell
ツ
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