La puerta rechinó haciéndole
pequeñas grietas al silencio, grietas que luego del instante, fueron grietas
caídas ante el movimiento lento y vetusto de lo que anticipa una entrada o una
salida.
Toda llegada fue ida por haber
partido de algún sitio, todo es salida aunque se entre hacia unas cuatro
paredes.
De este lado de la casa donde es
aparente silencio, eco de nada y de lo quieto, apenas es perceptible la baja
murmuración de la noche.
Así, cuando el ruido del silencio
radica en su súbita omnipresencia, la mudez de la sombra más danzante ante la
serena luz, cúspide de aquel pilar de cera, describe su dependio.
El derrumbe allá afuera está en
su apogeo y yo lo acompaño en su desmoronamiento rodeado por las naderías
desnombradas por la oscuridad, por las únicas testigos del desplome sobre esta
hoja.
Sigo saliendo, de sitio en sitio, lejos, inmóvil, sobre la silla, entre el pecho y la espalda. Así entre instantes vuelvo a la puerta una y otra vez, y otra ves, a éso que está cuadriculando mis entradas.
«Dice la puerta que ya quiere
entrar, y que las mejores puertas, están libres de sus marcos»
Alexander Gómez
0 comentarios:
Publicar un comentario