Foto: Delia Cerda |
ni mi mano necesita tu mano.
Ya no está mi silencio en tu regazo,
ni en tus hombros mi llanto solitario.
Ya no queda tristeza en la alegría,
ni sueño sin nosotros en la almohada.
Ya no hay soledad ni sinsentido,
sólo tu sombra y la mía en el ocaso.
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