Me quedo con todas las veces que luchamos para conseguirlo. Con todas.
Me quedo con los intentos que en medio del cansancio y la desilusión
dejaron asomar una nueva oportunidad de caminar juntos.
Con las voces que aún calladas me decían que no dejara de creer
que eras y eres lo que aún dudas que exista en ti.
Me quedo con los sueños sostenidos que por lo menos no te llevaste.
Me quedo contigo aunque tú te hayas ido,
porque me dejas lo mejor de ti sin saberlo ni apreciarlo.
Y no lo sabes pero me llevaste contigo.
En esa pequeña parte de tu mente y tus recuerdos
que no deja de pensar en mí.
Me quedo con tus sueños, también los elegiste míos.
Me quedo con tus ganas de dejar huella en el camino.
Te dejo de mí, espero, un poco del mundo que lograste ver a través de mis ojos.
Deseando que todo lo logres desde lo más profundo de mi corazón.
Me quedo la poca dicha que me regalaste.
Me la gané, luché como nadie por ella cada día.
Aún contra el viento y tu propia marea.
Te dejo mis ojos, esperando que algún día te mires como yo lo hacía.
Nunca vi una derrota de ti en ellos. Te regalo con ello, un espejo en mi mirada.
Me quedé con tu risa y con los ecos con los que pintaste las paredes con tu voz.
Tu sonrisa que me acompañó cada noche que cerré los ojos
triste sin saber dónde pasabas un mal día. Se quedó conmigo para abrazarme cuando nadie más lo hacía, mientras me escabullía del mundo y sus ruidos externos.
Me quedé con todo ese mar con el que llenaste mis aguas.
Hoy tiene nombre, tiene rostro y tiene alma.
También me dejaste tu silencio.
Ese lo guardo muy dentro, y lo saco solamente cuando deseo olvidar tantas palabras endurecidas y marcadas.
No sé que tanto nos dijimos, pero quédate con lo bueno, con lo que nunca te haga daño.
Quédate con todas las posibilidades de todas las realidades que saboreamos alternas.
Tal vez una de ellas, no haya abandonado tu camino y te siga esperando para tomar de tu mano y no dejarte continuar dormido.
No te quedes con la herida abierta de las palabras que tú mismo construiste para lastimarnos.
Y por favor, si algún día cruzas por accidente mi camino,
no me hagas herida que a pesar de todo aún camino con vida.
No me rompas más de lo que me rompieron tus ojos,
porque no quedarían trozos de mí. Quedaría polvo.
No me dejes caer una vez más, porque aunque fuera a tus brazos,
no es ahí donde me llevarías, sino me arrastrarías hasta el fondo.
Me arrojarías al vacío, hasta morder mi propio polvo
y ese polvo ya no puedo ni quiero volver a probarlo.
No me hagas pedazos, porque todos los espacios donde estuve aún me siguen esperando.
No me apagues en vida, que este corazón con su cuerpo, aún sigue respirando.
No me quites lo mejor de ti porque lo guardé lejos, muy lejos,
donde incluso tú, no puedas hacerle daño.
No me apagues el alma vida, porque apagarías mis palabras
y cada letra quedaría sin dueño, a la deriva, como un pájaro sin alas.
No me arranques el corazón porque me dejarías sin voz
y sin estas manos para escribirte todo lo que de ti he amado.
Me llenarías de dolor y lo que es peor, aún me dejarías respirando.
Silvia Carbonell L.
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