Coma
Tampoco esa noche pudo dormir. Se levantó con el feroz ronquido de su mujer
apuntalado entre párpado y párpado a dormitar en el sillón de la sala, conciente no
obstante de que, como tantas veces, aquel último esfuerzo de cordura sería en vano. Lo
habían probado todo ya. Terapias, pastillas, almohadas ortopédicas, tapones de distintas
densidades para los oídos y nada había funcionado. Emparedarla no era una opción.
Como asiduo lector de Poe él sabía que de hacerlo, el ronquido sólo incrementaría (si
era esto posible) sobrenaturalmente hasta estremecer las paredes de la casa toda y el
edificio entero y que el ronquido vengador lo seguiría por las calles y lo atormentaría
en la oficina y en cualquier camino. En aquel momento de la vida y a esas alturas de la
madrugada sólo quedaba el suicidio como opción. Salio al balcón, trepo el barandal y
sin más que pensar se dejo caer por fin hacia el descanso.
— La señora Pérez es un ejemplo de fidelidad y devoción—sí, mira que pasarse cinco
años ya al lado del marido en coma. La pobrecita no hace más que dormir.
Omar Lauterio Pineda
@lauterissimo
0 comentarios:
Publicar un comentario