Rubén se quedó dormido y pude escuchar con toda claridad lo que estaba soñando. Era un sueño extraño: Rubén nunca había estado en él y yo no lo había soñado. Caminaba en una calle que conocía: algunas personas miraban al cielo, señalando algo. Rubén volteó y vio un edificio alto. Supo que esa ciudad era ninguna en la que hubiera estado. Las calles tenían nombres extraños, y sentía sus pasos muy livianos. La gente dejo de ver al cielo y volvió a caminar sin mirar a los lados. Rubén se sentó en un banco. Recordó a la niña que brincaba charcos y de pronto estaba de nuevo en esa calle de casas con techos bajos. Oyó un gruñido a su lado: era un gato negro que lo estaba buscando. Se sentó junto a él en el banco y sin decir nada charlaron. Despertó. Yo no debería hablar de sueños prestados.
Pincheencanto, adoro tus letras. Fin del comunicado.
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