El cielo amanecía como todos los días, siempre a la misma hora y vestido de índigos; azules mustios, y naranjas resplandecientes.
Todos los días, pero éste no.
Hoy se veía en claroscuros tintes marinos, nubes desgajadas y trozos de azul distraído.
Y abajo el tiempo permanecía dormido, excepto para una gota que tiembla en su letargo.
Aquella gota, como atontada, una gota de agua como pocas; brillante y azul,
iba rodando sobre la hoja verde y coruscante, color vida con orillas doradas;
yo desde aquí puedo verle las venas.
Hilitos amarillo y ocres latiendo, palpitando con el torrente sanguíneo
lleno de savia.
Y la gota va rodando y no.
Llega a la punta de la hoja y se arriesga a la caída.
Cayendo es inmensa en su fragilidad,
escucho el silbido del viento
y a la gota tratando de no despedazarse con el aire,
y se abraza,
se prepara para el golpe, se hace bolita y por fin llega al triste suelo.
La tierra es fértil, café y húmeda, huele a algas, petricor y verdes; huele a verdes en todos sus tonos.
Y lluvia, huele a lluvia.
Alma E. Palma
"Y la gota va rodando y no".
ResponderEliminarComo me gusta cuando La Maga desgrana letras por acá.
Te abrazo, con toda tu magia Alma.
Gracias Mariana.
ResponderEliminar¡Un abrazote!