Era una chiquilla, y su chiquilla la miraba con ganas de ser como ella. La miraba cepillar sus oscuros cabellos y peinarlos en dos largas trenzas perfectas. La miraba pintarse las uñas de los pies de rojo brillante, beberse un café en las mañanas y acariciar al gato. Su chiquilla quería crecer y ser como ella. Dejó de ser una chiquilla, y su chiquilla también. Era una mujer que reía, suspiraba, lloraba. Y la chiquilla la seguía mirando, pero no entendía nada. Ya no quería ser como ella, pero tampoco sabía qué quería ser. Después dejó de ser esa mujer, y fue otra. Y su chiquilla todavía la miraba, asombrada, de su vida tan sencilla pero nada simple, de la danza entre los pisos limpios, los platos sucios, las agujas y los hilos. Eran amigas, se tomaban las manos y se amaban. Es mi madre y siempre seré su niña.
0 comentarios:
Publicar un comentario