¿Te imaginas una noche sin estrellas, con la ausencia de su
elegancia?. Así empieza esta narración, que tiene pinta de canción, de
tragedia con un poco de superstición. Hablemos de la noche, la misma que
mencioné al comienzo donde las estrellas estaban ausentes, porque en
este presente las pecas de tu espalda eran mi cielo; Y qué cielo aquel,
porque era también corriente de agua, que por tu espalda escribía mi
historia, en esos hombros donde besé la gloria, razón y distracción de
mis ideas.
Y hablemos de aquel cielo, que no tenía luna; solo tenía un cuarto de la
misma, donde dormíamos los dos en esa sonrisa; que era aquel cuarto en
donde cuento siempre la historia de mis dedos; la misma que pasaba de
bien a mal en un instante con la pasión de la constante, que era esa “C”
de la ecuación. Y hablando de variables y constantes, fuiste constante
en cada paso y variaste mucho en las razones, eran tantas las pasiones
que nos alborotamos a cada paso.
Soy cómplice de la ausencia cada vez que beso la distancia, ahora que
estoy en la soledad cómplice de ella; la misma de aquella noche, la
noche era ella y mis deseos su derroche. Podría pensar que la distancia
no es tan mala o soñar que el tiempo es un buen muchacho que pasa a cada
rato, y pasa sin ella, solo porque la está preparando para otra noche.
También recuerdo que era arte cada vez que pensaba en amarte y besarte
era una cuestión de egos, sonrisas y estrellas. ¿Recuerdas el camino a
tu felicidad, ese que empezaba en mi boca y no era una cuestión de azar?
Yo sí recuerdo por donde caminaban mis dedos, noche, ausencia y soledad
que no me deja besarte; no sé si por envidia o por celos, porque la
soledad es cariñosa cuando me pone a escribirte en versos.
“Hay historias que no tienen fin, porque el fin se quedó en sus
ganas, las que no se ha quitado conmigo…ganas de amar en silencio y sin
ausencia.”
@L_ex_
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