Cada quien con su intención
Esa tarde de enero estuve de visita donde mi tío,
casualmente veo a Valiente, su perro, un mastín amarrado afuera de su enorme
casa la cual no posee ningún tipo de cerca exterior, noté su enorme presencia
por el hecho de que ladra cada vez que me ve entrar.
El animal allí solo, no tenía muchas
oportunidades de salir a pasear, pues mi tío es una persona muy ocupada, pero
nunca le hace falta comida por montón y ganas de salir a dar una vuelta.
Las ganas estaban intensas ese día.
Sin saber el porqué de su conducta no le presté mucha atención. No pasa ni
media hora cuando divisé por la ventana que tenía una visita.
Se trataba de una perra de algún
vecino, parece que el anfitrión la había esperado todo el día porque no paraba
de brincar y revolotear en el recortado espacio que le permitía la cadena.
Por su parte, la perra también
parecía muy contenta. Como es de costumbre «según lo que sé de perros» a penas
hacen contacto se empiezan a oler las colas; la de la perra era bastante corta
por cierto. Este acto desató una conducta aún más exaltada en el perro, pues
este pareció oler que la perra estaba dispuesta al acto sexual.
Al cabo de dos minutos, terminado el
protocolo de reconocimiento me di cuenta que la perra tenía otras intenciones,
Valiente por su parte fue muy directo y empezó a buscar la manera de montarla.
Resultó que la perra fue solo a
tratar de comerle la comida que él tenía ahí. Me pareció un acto muy chistoso
el que ella fuera una y otra vez a seducirlo para robar su comida y se retiraba
lo suficiente para que el perro no lograra montarla. Se la hizo hasta satisfacer
su hambre y el pobre Valiente no la pudo montar ni una sola vez.
Tal vez suene algo machista o algo
así pero es increíblemente estúpido ver cómo es que este tipo de historias se
repiten una y otra vez en el mundo animal, sobre todo en la especie Humana.
Arthur Constantine
@Neur0tico
@Neur0tico
0 comentarios:
Publicar un comentario