“Hasta siempre”
—¿Cómo puedo comenzar? ¿Cómo puedo comenzar a sentir cuando me he
quedado sin piel? ¿Cómo puedo comenzar a volar si me quedé sin alas para
viajar? ¿Cómo puedo comenzar a ver si me quedé sin mar que contemplar?
—¿Cómo puedo caminar? Si mis pasos ya no se encuentran a lado de
él, cuando siento que desgarra mi piel, el frío de su ausencia que me empieza a
quemar. ¿Cómo puedo respirar? Si su aliento ya no me llena de él, ya no abraza
después de comenzar a exhalar.
—Pudiste caminar porque te di mi mano para guiarte, pudiste
respirar porque te di mi ser para llenarte. ¿Cómo puedo comenzar a olvidarte
cuando cada nota de tu voz hace la mejor obra de arte?
—Tomaste de mi mano cuando más necesitaste, incapaz de soltar
cada uno de tus dedos comenzaste poco a poco a degollarme. Fue mi vida la que
con filo de navaja comenzaste a destrozarme y no tuve más remedio que comenzar
a soltarte.
—Duelen más tus palabras que el tener que dejarte, duele más el
eco que el silencio de tus gemidos al recordarte. Cómo puedes hacerme tanto
daño si sólo procuraba amarte, cómo puedes hablar de un sufrimiento cuando yo
empecé a velarte.
—De la misma forma que tus palabras dieron inicio a mi desarme,
al suicidio de mi voz ahogada con doble nudo en la garganta. Dueles tanto que
las heridas comenzaron a sangrarme, cuando mis labios te reclaman y no estás
aquí, ni estuviste nunca para calmar la sed de mi boca mientras yo secaba de
esperarte.
—Los dos hablamos de una ausencia, los dos hablamos de un dolor,
los dos éramos esa esencia, que en resumen se llamaba amor. ¿Cómo puedo
comenzar?
—¿Cómo puedo continuar? Si tus pasos siguen sin estar, te has
llevado media vida mientras yo te miraba marchar. Ni siquiera me quedé conmigo,
fuiste tú quien me llevó contigo, mientras yo quedaba presa, en un camino que
se extinguía por no verte regresar.
—Al final de cuentas todo sigue igual, el Sol sigue saliendo en cada
despertar, la noche se contempla cuando salgo a caminar. Diario salgo a
trabajar, diario me pongo a cenar, diario me tengo que bañar, diario me pongo a
soñar, lo único que necesito es aire para respirar.
—Yo necesito tu recuerdo para poderlo guardar, para poder
continuar, abrazarte y decirte que sin ti a mi lado nada me iluminará igual.
Perdonarte y soltarte una última vez más, con el alma en pedazos sí, pero con
pasos suficientes para poder avanzar.
—Me quedo con mi alma, mi cuerpo y mi corazón para poder continuar.
Te dejo y me quedo con los recuerdos para que tengamos que madurar, quizá el
tiempo es el que nos haga regresar. El problema es que cómo puedo comenzar.
¿Cómo puedo comenzar? ¿Cómo puedo comenzar a sentir cuando me he quedado sin
piel? ¿Cómo puedo comenzar a volar si me quedé sin alas para viajar? ¿Cómo
puedo comenzar a ver si me quedé sin mar que contemplar? Quizá sólo el tiempo
sabrá.
—Quizá el tiempo lo sepa y tu sombra me acompañé sin quererme
abandonar, lo que sane estas ansias de poderte abrazar. Tal vez si te veo en la
esquina del bar, te sonría a lo lejos, en señal de la tregua que tanto
necesitamos para poder perdonar.
—Desde la obscuridad de mi cuarto, te deseo una vida luminosa,
recordando lo que vivimos a cada rato, de una manera cariñosa. Me duele, no
digo que no me duele, pero desde este momento te dejo a tu suerte.
—Te mando mi luz en donde quiera te encuentres, yo solo quiero olvidar
lo triste que fue nuestra suerte. Me quedo con lo bello que tus brazos me
entregaron y te dejo mis risas y tal vez un poco de mi llanto. Ese que
derramaba al verte entrar después de un largo esperar, por tu voz, tus labios,
tu aliento y cada parte de tu cuerpo sin la cual me era imposible respirar.
—Que tengas un buen viaje. Te dejo con los recuerdos, mis letras
y mis celos, te dejo con mis velos, mis sueños y mis anhelos. Te dejo marcada
en tu piel la tinta de mis besos. Hoy no es un adiós ni un hasta luego, es un
hasta siempre. Gracias por enseñarme y despertarme
el más dulce deseo, hoy, sólo te dejo.
—Comenzaré a respirar, ¿cómo puedo comenzar? Quizá respirando mis
propios miedos.
Te dejo mis abrazos y cada uno
de mis besos. Cada caricia que construí mientras tenía tus ojos puestos. Te
dejó mi intimidad, la desnudez de nuestros cuerpos, el silencio de nuestros
suspiros quietos. La llave bajo la alfombra de la puerta por si un día
regresaras a la casa. Te dejo el café caliente en la mesa junto a la ventana.
Me quedo tus ojos, porque solo con ellos llevo el paisaje puesto y si he de
comenzar de nuevo, quiero empezar a caminar los senderos por donde tus pasos
fueron primero. Hasta siempre Sol, nunca olvides mi fuente, nunca olvides mis
manos que algún día, fueron capaces de sostenerte.
—Hasta siempre, Sol.
Imagen tomada de Pensamientos.cc |
Por Silvia Carbonell L. y Pepe Aguilar Alcántara
@shivisc y @PepeAA
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