No estoy preparada para morir, y de estarlo, sé que no me animaría. Una cosa es prepararse sicológicamente para un evento importante, comprarse un traje e inventarse desde un peinado diferente hasta una nueva forma de caminar. Pero ir hacia la muerte es otra cosa. No he experimentado la eternidad, o al menos no de una manera consciente, no sé cómo manejarla, aunque si la eternidad existe yo me quiero ir al paraíso. Sin embargo, el cordel de la supervivencia me sigue manteniendo aquí, del lado conocido.
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