martes, 22 de mayo de 2012

Quimera

Tímida, la luna, se escabulle por las ramas de ese árbol raquítico que, fiel, se apuesta bajo los ojos vítreos de la casa blanca. Apenas le adornan unas cuantas hojas en sus brazos de ramas. Sabiéndose anclado a su principio de árbol, estira su amor. Quiere tocarle. La claraboya de mirada nívea, no se inmuta. A lo sumo, le regala la caricia de un parpadeo cuando en verano abre los postigos y roza sus ramas. Él, apenas dos veranos atrás un arbusto, se ha enamorado de aquellas alas de vidrio, en las que confiadamente se posan las aves de primavera en busca de grano. La observa enamorado cuando la nieve la viste de escarcha o la dora de sol. Solo espera tocarla con sus manos de hoja cuando le llegue el otoño. Ansioso, le guarda la savia de ganas de años en el tronco, cada día más añejo. Resignado y con el viento cómplice, le envía flores de vez en vez. Pero el otoño llega varias veces y la ventana impávida, permanece cerrada. Temiendo dejar entrar al viento helado o peor, alguna hoja en forma de corazón, que le robe una sonrisa. Isabelle Cigarras & Maru Luarca @Lady_Micu

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