A la hora de decir adiós, ninguno se hizo responsable de los daños. Ella se llevó sus miedos e inseguridades, él se llevó todas esas mentiras que ya no parecían verdad.
Y cada quien recogió lo mucho o lo poco que dio. Sin decir adiós se soltaron de las manos y caminaron en sentidos opuestos. Él corría, alguien lo esperaba ya; ella arrastraba la tristeza en sus pasos, no se quiere ir.
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