Pos no, resulta que no, que siempre no era el amor de mi vida, pero… ¡Cómo se le parecía!
Y es que se apareció en mi existencia así, cuando menos lo esperaba. Me dijo que le gustaba ver a los ojos y… Ni modo de perderme la oportunidad de reflejarme en su mirada.
Y es que si hubieran visto sus ojitos color café, seguro que también a ustedes los habría engañado. Pues me pasaba algo raro por el cuerpo; la sangre me empezaba a hervir, los bellos de los brazos se me erizaban y las luciérnagas de mi estomago se alborotaban iluminando mi sonrisa.
Cómo no creerle si me llegó a decir: ¡amor, amor, amor cómo me gustas! Y pos yo me derretía.
Bueno… Ya aquí en confianza les diré que, en cierto momento, supe que estaba caminando tras una ilusión, pero quise arriesgarme. Me dije: ¡total, qué tanto es tantito! Y no pues el tantito fue más de lo que pensé.
Me dejé llevar y llevar y llevar hasta que toqué el cielo, pero estando arriba... Me dejó caer. Me he dado tremendo fregadazo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo. ¡Ay! ¿qué si dolió? ¡Hombre, pues no rompí el pavimento nomás porque el que ya estaba roto era el corazón, las ilusiones y todititas las emociones!
Pero yo sabía que pasaría y aún así le quise apostar. Ni modo, me tocó perder, erré, pero me equivoqué a la mexicana. Me equivoqué a lo macho. Todavía tengo corazón pa´ querer.
Edith Aguilar
@CerezoRosa_
http://elalmadictaelcorazonescribe.blogspot.mx/
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