Me ahogo en pensamientos mientras el sol acecha por la ventana.
Siempre te siento aquí, más que a cualquiera que ha estado en la piel. Que es mi piel.
Que se ha vuelto tu piel.
Tienes tanto poder sobre mí. Lo sabes, y te aprovechas de ello. Lo sé.
No importa, así te quiero aquí.
No puedo dejarte ir. No voy a dejarte ir.
No puedo dormir pues estoy rodeado de tus letras, hablando de cuanto me quieres junto a ti.
No puedo dormir, sólo me la paso pensando en cuanto te necesito junto a mí.
Y qué desesperación. Qué terrible situación.
Huele a aeropuerto, huele a maletas. Huele a un café y a un beso que no se dio.
A canciones y recuerdos construidos de la imaginación.
En todas las miradas busco tus ojos.
Y lloro. Lloro porque te dije adiós. Sin partir, te dije adiós. Y no estás, ni eres.
¿No sabes? Tampoco estoy, porque sin ti no soy.
Y me sigues diciendo que nuestro tiempo llegará.
Pero lo único que veo es miseria aterrizar.
"Aterrizar para sentir que puedes volar", eso me lo repito sin cesar.
Te necesito.
Dame tu calor. Dámelo ya. Que no puedo más.
Tengo frío y necesito tu cuerpo rodeando mi andar.
Me cansé de buscar.
Me cansé de inventar pretextos para tratar de superar, esta ansiedad que me ahorca y no me deja respirar.
No quiero superarte. Me niego a olvidarte.
No voy a permitir que te vuelvas a equivocar. Que lo vuelvas a intentar.
Eso de ser feliz si no estás acá.
No es un poema, no es una oración a Dios.
Son mis sentimientos y una maldición.
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