Minutos…
6:00 p.m. – Un día cualquiera en el cual él
contemplaba la inmensidad que radica en el silencio, y la perfecta sinfonía que
deja el viento a su paso. Un día normal.
Busca en su bolsillo la cajetilla de
cigarrillos, enfila uno, lo acaricia como si de él dependiera mucho; lo
posa entre sus labios, quedando juntos ambos en un beso cual amantes
fueran que han padecido días sin verse el uno al otro.
6:01 p.m. – Coge el encendedor, aviva su
infierno que le permite incendiar la hoguera que le ayudará a convergir sus
pensamientos caóticos en prosa escrita. El primer sorbo de aquel cigarrillo
penetra sus pulmones hasta inundarlo por dentro, exhala con los ojos
cerrados, de forma trágica, pero necesaria.
6:02 p.m. – Ve el papel en blanco, observa
como le tienta con su pureza, cual virgen incita con una mirada intenciones
indecorosas. Cierra los ojos y siente el viento acariciar su rostro, y el
efecto es inmediato.
Se traslada a la fantasía, donde la caricia
es propiciada por la mano de su mejor mitad. Disfruta imaginar su roce, su
calidez. Divaga de forma abrupta en la complejidad que sería su aroma
impregnado en sus manos, en cómo, de forma tan sutil, deja impresa su marca en
él como si se tratase de una insignia personal.
Siente su mejilla contra la suya, como la
piel comienza a sucumbir ante el llamado de la memoria de su dueña. Se torna
inevitable. La besa. Se pierden ambos en el caos de un beso anhelado, de un
momento suprimido por distancia.
En ese explosivo momento, el tiempo cede su
poder a la casualidad y causalidad; se detiene, se congela, contempla como una
explosión se encapsula en dos bocas jugando a acariciarse el alma. Se congela
todo, siendo ellos, juntos, un infierno gélido.
Las caricias vuelan, el beso se prolonga
hasta asfixiar la realidad, hasta extasiar en lo imponente el borde de la
realidad que los contiene. Olvidan el mundo a su alrededor, se fijan
enteramente en su palpitar, al unísono, tal cual un solo corazón latiendo en
dos cuerpos. Se forma un tornado, dos cuerpos, siendo uno solo, en un abrazo
infranqueable.
6:03 – Abre los ojos, comienza a
escribirle…
Javier García
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