En cada una de sus sonrisas mi niña interna se deleitaba,
imaginando los mil y un juegos que podíamos tener,
era una delicia pasar tiempo con él.
Así era el tiempo que pasábamos juntos,
entre risas y sueños, entre anhelos y juegos,
pero el tiempo pasó y no supe cuándo ni cómo,
en adulto se volvió, olvidó la complicidad de nuestras miradas,
nuestras inocentes bromas ahora le molestaban,
encontró “aburrido” el acostarnos a ver qué paisajes nos regalaba el cielo.
“los juegos son de niños” me decía,
mientras de él se apoderaba la monotonía de la vida;
tras la última sonrisa que le dediqué escondí una lágrima,
no por el adulto que se alejó, sino por el niño que en el olvido quedó.
Camille
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