Hay noches que siento las paredes tan frías que me aparto de sus cuadros;
abro las ventanas y solo dejo que me abrace el viento.
Noches en que la casa es un museo mudo,
de todas las cosas que aún te guardan entre sus huecos.
Hay noches que mueren por hablarte,
pero aún con muchas palabras juntas,
se quedan guardando silencio.
Hay muros que lamentan tu paso por sus bordes.
Puertas que cierran los ojos para no verte entre sus cristales,
y ventanas que lloran juntas,
porque no pudieron abrazarte cuando te marchaste.
Hay calles vacías que no te nombran pero aún mantienen fresco tus pasos;
y un cancel que no olvida el primer día que llegaste.
Te esperaban mis paredes desde hacía largo tiempo,
te esperaban mis manos y mis labios con un largo abrazo.
Hoy, encerrada entre todos sus ojos muero lento y me despierto,
para cerrar los ojos nuevamente,
esperando que todo lo triste solo sea el recuerdo,
de un mal sueño del que debo despertarme.
Hay noches que te contienen en el aire,
mientras yo te respiro mientras duermo.
Noches con tu nombre que me invaden,
me hacen polvo las estrellas,
me hacen sordos los sonidos
y hacen llover mis ojos.
Solo queda esperar que las mil horas lleguen y me abracen,
que la sombra de tus ojos ya se marchen
y que mi duelo a tu recuerdo ya se acabe.
Silvia Carbonell L.
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