A dos años del silencio, los recuerdos;
y cada uno haciendo fila, esperando su turno en la ventana, en mis ojos y la cocina.
En mis ojos, tu rostro.
Ahí te quedas observando cuando callamos
y apretamos la sonrisa para que no se escape con las lágrimas.
Sin embargo en los sueños, que desconocen las fronteras, tú respiras.
Enciendes desde mis ojos y mejillas y terminas iluminando mi sonrisa.
Y donde mire, pareces asomarte como un día cualquiera que no lleva fecha,
que no lleva sello de pasado o de presente o que se mezcla.
Pudiendo ser presente de un pasado sin futuro,
o un futuro con la fuerza del presente que todavía te recuerda.
A donde mire, las paredes parecen contenerte.
No son los cuadros, ni los muebles de la casa,
eres tú dándole sentido a todo por los espacios de donde algún día caminaste.
Lo que espera que regreses a tocarle,
lo que siento cuando inhalo esperando una pequeña escena que te llama.
Mientras, cierro los ojos esperando.
De pronto, en ellos apareces
con la sonrisa desenfadada a la que siempre me acostumbraste.
Silvia Carbonell L.
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