Resulta que cuando creíste
tocar fondo,
la vida te recuerda
que solo te encuentras tirado en el suelo.
Y eso es bueno, porque
justamente es el mismo suelo el que te sostiene mientras permaneces llorando y
con los brazos heridos.
El mismo que estará
ahí, firme, listo para ti, para levantar el vuelo.
para cuando tú tengas
las fuerzas suficientes para comenzar de nuevo.
El que sostendrá tus
pasos aún sin fuerzas, pero no se moverá de tus pies,
te dará soporte y
camino nuevo para empezar otra vez.
Es simplemente la
vida, cada paso, cada obstáculo, cada salida,
ese cielo que te eleva,
y ese suelo que te sostiene cuando los demás
te patean.
Esas caídas sin fondo
cuando nada nos queda.
Esos golpes abruptos
que nadie se espera,
para lo que no nos
prepara la mañana nueva.
Escribo para los que
estamos en el suelo.
Algunos caminando,
algunos tirados porque
las fuerzas nos han abandonado.
Algunos esperando que
sus pasos se fortalezcan hasta encontrar un motivo nuevo.
Para los que escriben,
para los que narran,
para los que guardan
una herida a través de la ventana.
para los que perdieron
la fe y no luchan,
los que se caen y no
se levantan,
porque el día resulta
tan pesado que les cae encima y les aplasta.
Para los que guardan
fe y no me marchan,
solo se quedan quietos
esperando soportar la mañana.
Para los que ríen
disfrazando las lágrimas.
Para los que se
muerden la herida mientras se callan.
Para los que creen que
la fe es esa montaña ,
a la que todos nos
aferramos y necesitamos que venga a
nosotros
de vez en cuando.
Silvia Carbonell L.
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