Hay noches que no se
apagan ni amaneciendo en otras ventanas.
Días que se parten en
antes y después de una sonrisa.
Tardes sin sus noches
silentes,
porque se llenan de
murmullos de estrellas
asomándose dudosas a
tus ojos.
Mañanas sin par,
como esos calcetines
favoritos
que emigran durante el
ciclo de la lavadora
y nunca más vuelves a
encontrar.
Madrugadas tan llenas
de color,
que no sabes si
amanece,
o son los colores que
por fin lograron ruborizar la noche.
Días callados, días alborotados como
mercado en domingo
donde eres espectador
y no marchante de las transacciones diarias.
Cuadros sin rostro,
luces sin sombra,
espejos que no dicen
nada, porque el murmullo de
la voz es lo que se guarda y se calla.
Soles cayendo sobre la
espalda de una mañana.
Noches naciendo desde
el vientre de una silueta mojada.
Calles sin gente,
gente sin ventanas,
encerradas y ensimismadas que la vida les pasa por encima y no son capaces de tocarla.
encerradas y ensimismadas que la vida les pasa por encima y no son capaces de tocarla.
Y mientras tanto tú
girando contra todo pronóstico del tiempo,
entre pausas y
avanzando lento.
Sin soltar la cuerda
que te ata a mi recuerdo.
Al mismo paso yo,
revolviendo el centro,
buscando lo que no
sirva para soltarlo y tirarlo al viento.
Sin prisa de nada,
pero resolviendo.
Al sonido de los pasos
callados, nosotros, hablando con los ojos despiertos,
con los labios mudos
de tantas heridas que nos rompieron.
Intentando pegar los
paisajes estrellados,
porque sabemos que
vale la pena seguir guardando estrellas en el cielo.
Sanar los llantos y
regresar sus lágrimas a los montones de sal que se quedaron desiertos.
Curar los mares, para
que nos reciban con sus olas abiertas
en cada beso que
nuestros pies le den a sus orillas de arena.
Soportando los pasos
que nos van llevando,
entre los caminos
rotos y empedrados de los murmullos y los espejos.
Suposiciones que te
hipnotizan como higueras intentando sujetar nuestros cuerpos.
Evitando el avance,
distrayendo el contexto.
Así una mañana, que te
resume y comparte,
lo que esta mente
oscilante, mece entre la duda y recuerdo.
Entre la fe y la
esperanza de tomar nuestros sueños,
empacarlos de nuevo y
caminar mundos nuestros.
Silvia Carbonell L.
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