martes, 4 de diciembre de 2012

Una piedra junto al árbol.




Una piedra junto al árbol.

Pareciese que es el viento pero no. El árbol sacude sus ramas mientras le da voz a las ráfagas que lo circundan, y yo, más como tropiezo urbano que como piedra, me poso al pie de su paso. Ahí me quedo, como la sombra que nace en lo más alto de la raíz, donde comienza el tallo y sus hermosas cicatrices, al ras de mí y atravesado por la imposibilidad de la concordancia entre el nombre del instante y la caducidad del mismo.

Reclinado en esa palabra enraizada observo cómo la vida dobla en aquella esquina, cómo se curva anunciando su misterio, otro misterio, uno que suele recordarme al bosque que se divisa al fondo de sus ojos, como quien intuye un río al otro lado de los arboles, pero uno de corriente silente, de aire fresco, y algo de ese vértigo que el precipicio nos ofrece, ese de invitación al salto. Así, retando y retado por el recuerdo me siento un campo de batalla, un patio de tonalidades sepias en el que soy un feliz perdedor, un herido por voluntad propia a causa de sus cauces.

Aquella nube fija y su pilar de savia se sacude de nuevo, los elementos que conforman el entorno han perdido sus nombres, entonces esa segunda lluvia de gotas guardadas entre las hojas se precipitan como dulces suicidas sobre mi frente, su recuerdo y las heridas de un moribundo constante presente de piernas recogidas; un corazón y sus pasos de fondo.

Así fue cómo la palabra «Corazón» latió en esta nada contenida, en este cúmulo de esperas donde ella solía sentarse a hojear el eco de polvo que planeaba junto con la sombra, donde desaparecía a plena luz, a la vista de la periferia, donde sostuve el peso de su historia y por tantas eternidades dejé de ser esta pulsación pétrea llevándome a ser el fulcro entre sus muertes frente a sus páginas.

Esto es sólo un recuerdo, un mundillo infinito tatuado en el núcleo y tras la capa que cubre al vacío, el dolor que la terca memoria se empeña en guardar en algún rincón de esta esquina: o como el necio del punto de vista me describiría; una piedra junto al árbol.


Alexander Gnomo.

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