Cómo
quisiera una sirena hallar;
hallarla
dormida y toda varada;
ver
su piel con recóndita mirada
sentado
desde la orilla del mar.
Observarla
hasta que me queme el día,
y,
después de un desconcierto de calma,
tomarla
con mis brazos, con mi alma,
con
mi demasía, con mi manía.
Que
al despertar, en silencio me mire,
que
con una burbuja me suspire,
como
si contemplara a su hombre pez.
Y,
que al pretender entrar en su abismo,
me
tentara de espuma y erotismo,
a
la vez que mire su desnudez.
Omer Correa
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