Encierro…
Cerramos
la ventana y salimos de la casa. Pasamos llave a las dos cerraduras de la
puerta y luego cerramos la reja. Pasamos llave a las dos cerraduras que ésta
última también posee.
Subimos
al auto cuyos vidrios están polarizados. Accionamos el seguro central de
puertas y mantenemos las ventanas cerradas. Encendemos el aire acondicionado.
Llegamos
al shopping center donde un guardia nos da un ticket con nuestro horario de
entrada al estacionamiento techado. Buscamos un lugar cerca de la puerta de
acceso y entramos.
Caminamos
bajo un techo de luces artificiales pisando un suelo que brilla cual si también
estuviera encendido. Deseamos objetos e ideas que se nos ofrecen a través de
relucientes cristales, intocables, inmaculados. Entramos en un cubículo de
vidrio y madera compensada donde el aire es apenas más fresco que en el
pasillo. Todo resplandece, todo está en orden, todo parece nuevo.
Consumamos
alguno de nuestros deseos. Señalamos el objeto añorado y un ser anónimo
desaparece tras una puerta para volver con una bolsa que a través de su
transparencia deja ver otro objeto idéntico al señalado. Pagamos sin dinero
para obtener lo que queremos. Adquirimos el compromiso de pagar en el futuro lo
prometido en dicho presente. No firmamos, digitamos números.
Recibimos
una bolsa de cartón perfumado, la cual es entregada por otro ser anónimo que
sonríe deseándonos un buen día con voz de contestador automático. Confiamos en
el extraño y salimos de ese ambiente climatizado hacia aquel desde el que
vinimos.
Sentimos
el cambio de temperatura, una leve brisa más caliente nos recuerda que para
estar en ese pasillo no hay por qué tener dinero para gastar. Nuestra bolsa de
cartón nos diferencia, le muestra a la masa que camina sin rumbo fijo que
nosotros sí podemos, que sí tenemos.
Volvemos
al estacionamiento. ¿Cuándo pondrán aire acondicionado también allí? El cambio
de temperatura es casi insoportable, nos abruma. El exterior incontrolable,
incontrolado.
Oprimimos
un botón y la salvación se anuncia, la alarma antirrobos se desactiva, los
seguros se levantan, las luces parpadean para avisarnos que estamos autorizados
a entrar. Colocamos la llave en su lugar y la giramos. Junto con el leve
zumbido del motor, una también leve brisa fresca nos abraza. El caos ha sido
dominado, el aire es limpio y fresco, huele a lavanda, los seguros de las
puertas se traban automáticamente.
Iván
Iván
@siendohumano
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