se vieron
fijamente. él vio sus labios queriendo entregar una sonrisa de alegría. ella
vio sus ojos tímidos. el vinilo paseaba y paseaba y paseaba cadenciosamente con
sus treinta y tres revoluciones. había química, ciento dieciocho elementos que
se multiplicaban haciendo innumerables reacciones. (sus labios queriendo
entregar una sonrisa. sus ojos tímidos.) a punto estaba de invitarla a sentarse
junto a él. en aquel café —la puerta a otro mundo— él la iba a invitar, incluso
le preguntaría su nombre y sus libros favoritos y sus anécdotas de infancia y su música y sería su todo que despierta sonriendo cada mañana. entonces la siguiente canción
se reprodujo. y no se conocieron.
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