Cuando vi la foto en el diario me quedé sin aliento. ¿Era él? ¿Eran sus restos? ¿Eran sus ojos sin la mirada perdida? ¿Eran sus miembros sin el andar en el que me reconocía? Si pudiera ver su espalda. Si pudiera reconocer la infame manzana estaría seguro. Así sabría qué fue de G., y de nuestras idas y venidas.
Foto: “Carroña” por Alejandro Burgos
Texto: Rubén Ochoa
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