Con su aire de forastera y el cabello desaliñado entró a la pequeña tienda de artesanías. La vendedora juzgó en silencio la falta de armonía cromática en las ropas de la visitante, luego de las risitas fingidas y los protocolos mercantiles le preguntó: - que desea -
La compradora respondió: quiero una mochila.
Durante varios minutos la extranjera miró todo el inventario sin resultados positivos. Cuando ya se marchaba miró a un rincón y dijo: quiero aquella, esa es la que estoy buscando.
Sorprendida la empleada de la tienda trató de explicarle que esa mochila no estaba terminada.
Pero la extraña mujer le dijo con vehemencia: véndame esa, no importa el precio.
Una vez empacada la pieza incompleta, la vendedora le dijo a su cliente:
- sólo por curiosidad me gustaría saber, ¿para qué compra una mochila sin fondo?
La otra mujer le respondió:
Es para recoger mis pasos.
Taber Segura
@Tuiterodactilo
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