Ayer salí en bici a mi cerro cercano, unos 20 minutos en carretera y ya estaba metido en un camino de tierra resbalosa y oscura que en algunas partes aún se encontraba húmeda por la lluvia de ayer, el agua había labrado los caminos dejándolos lisos como la roca y con un poco de brillo que reflejaba un poco del azul del cielo que ayer fue gris. La tormenta fue larga y seguro que hoy hay nuevos ríos.
Huele a mujer morena, a mulata rejuvenecida, al hermoso olor de la tierra mojada. Al rededor del camino ya se empiezan a notar los hongos y el nuevo verdor de las plantas que estaban a punto de morir hace dos días. Hoy vengo a buscar un árbol pequeño, un bonsái, una pequeña pieza de vida que por azar y destino le tocó crecer en algún lugar no apto pero que creció a pesar del terreno, no lo vengo a rescatar, vengo a llevármelo a mi casa para tener algo que cuidar, un pequeño árbol que crezca con la grandeza de su especie en un espacio reducido. Sólo quiero algo de vida además de la mía.
Llevo una hora de camino, ya comienzo a escuchar un río, la caída del agua, la turbulencia, las piedras, escucho las piedras, el sonido que guardan para cuando pase el agua, su unión a la gravedad, a la grave edad que deben cargar, su peso de los años que las obliga a aterrizar y su sonido, su sonido que me atrae y me paraliza, me bajo de la bici y aún no vislumbro el río, camino por piso de tierra, ya no es suelo, es piso fértil, camino entre rocas secas rodeadas de humedad, sólo guiado por el sonido de unas piedras que están más allá de esos álamos y pinos.
La veo, con sus formas suaves, pulidas, marcando el paso del agua, la escucho resistiendo, dejándose al fondo, siendo ella misma casa y ventana, no lo puedo creer, me he enamorado de una piedra, de su capacidad para crear música que transporta, de su comunidad entre las otras rocas, y su tiempo, su tiempo que hule a lluvia, a río nuevo,a agua fresca y renovada, esa piedra huele a cielo.
Me arrojo al río engrandecido, siento el agua fría llenándome, envolviéndome, cubriendo todo mi ser como nadie, y tomo la roca y ya no suena, la he sacado de donde pertenece y me ha negado su música y su olor, se siente seca y yo estoy húmedo y también sueno en el agua y me dejo llevar, me siento volar y estoy en el fondo,pero me dejo que invada todo de mi y ya no tengo frío, el agua está tibia y turbulenta y veo venir hojas de pino y álamo, dejándose llevar como yo.
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