Llegaste justo en el momento en el que no esperaba nada, ni a ti, ni a nadie, ni nada en especial, llegaste justo cuando decidí dejar las piedras rodar por mi camino y llegaste siendo el río que atraviesa mi bosque, siendo la sonrisa que no esperaba volver a portar.
Y precisamente fue tu sonrisa una de las cosas que hizo nacer una nueva sonrisa en mi rostro, esa sonrisa que no nace nada más desde la boca, sino que hace sonreír los ojos, las manos, las ansias, las ganas de ser la portadora de tus caricias.
Fueron tus labios ese espacio exacto para los míos, tu cintura que parece que fue hecha a mi medida, tu estatura que es igual a la mía, el sonido de tu carcajada que hace que la luna brille más bonito y que parezca que junto contigo y conmigo el sol también sonríe y nos acaricia.
A ti y a las personas que me pudieran llegar a leer, quiero contarles que desde tu llegada mi amor por la vida se sintió de nuevo, que la cama ya no se siente vacía y que no importa que el tiempo deje de correr, sí, no importa que el tiempo corra porque eso significa que cada hora, cada día, cada semana o cada mes que pasa, son momentos nuevos para estar a tu lado.
Que te agradezco que me hayas elegido como la piedra que decidiste levantar en tu camino para caminar con ella, que te prometo que todas las sonrisas entregadas serán correspondidas y cada te quiero o cada te amo será respondido y los sueños compartidos.
Pero sobre todo y, como tú dijiste, que estemos compartiendo los días que tengamos que vivir, no los suficientes, porque ser suficiente es conformarse simplemente con lo que hay y yo no quiero darte nada más lo que tengo, quiero crecer como persona, como profesional, como amiga, compañera y confidente; porque quiero ser alguien mejor para ti, que sea digno de compartir un pedacito de eternidad contigo.
Gracias, corazón mío, mi pedazo de cielo, gracias por dejarme ser una nube más en tu mirada, una nube de esas que siempre ves y que no te hace llorar.
Te quiero.
Helena.
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