En este descafeinado ahogué yo
las ganas de fumar,
Me guardé en el sujetador
el timbre de tu voz,
las ganas de volverte a llamar.
Seguí mirando al camarero,
seguí mintiendo entre los versos de mi cuaderno.
Y la tarde se me antojó lejana,
sin estudios ni trabajo
vacía de camas.
En la pared, mi cara
hecha un cuadro.
Ester Sinatxe
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