Se despertó a mediodía y saltó por encima de la ropa sucia que había dispersa por el suelo. Los cacharros sin limpiar se amontonaban en la cocina; encendió un cigarrillo junto a la cafetera.
Los dos gatos que solían visitar su ventana, reclamaban su atención, tan escuálidos comos sus propios brazos. Buscó en el armario de las conservas, pero no había ido a la compra en una semana… no tenía nada que compartir.
Tras ahogar sus pensamientos vacíos en aquella taza de café, decidió que era el miércoles perfecto para tirar por la borda toda la esperanza ¿O era quizás el jueves perfecto? Tampoco importaba.
Ester Sinatxe
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