Veces
en que las mejores cosas, están escondidas…en tu interior…
Un
cielo que se pinta de los más elocuentes colores para animar el día, nubes que
se enredan entre sí para apoyarse unas a otras, y el sol bostezando con sus
parpados pesados queriendo hacer un poco más larga su siesta, pero aun así no
pierde la oportunidad de adueñarse del cielo; el tiempo sonriendo danza junto
al travieso viento a su veloz ritmo, es una de esas tardes que adormecen los
cuerpos, como para sólo sentarse, dejar la ventana abierta y ver el día pasar y
perderse en el horizonte.
A pesar
de los rayos del sol reflejados en la copa de los árboles, la brisa era fría,
de esas que erizan la piel y juguetea con los cabellos de las personas que pasean
en medio de la ciudad; una ciudad llena de sombras y luces confundiéndose en el
atardecer; dentro de tanta gente que aviva el centro de la ciudad se encontraba
aquella joven, un ser de pasos tan libres como el viento, de esas personas que
disfruta dibujar cada paso, que no va por la vida corriendo porque conoce que
el destino se encuentra en sus adentros…muchas veces cambia su camino y otras
veces el camino la cambia a ella, bajo el sol, su sombra le ruega que jamás la
deje sola, le encanta el alma vibrante que aguarda su ser; la mirada de la
joven se posaba en ningún lugar, sus pies le aclaraban las ideas, ella caminaba
sin tener algún rumbo fijo. Luego de unas horas, sin saber cuántas, se encontraba frente a una inmensa casa vieja,
tendría unos tres pisos, de ladrillos tristes y en una de las esquinas una
montaña de escombros, su mano sin querer empujó suavemente la reja que daba
apertura a la casa, desde el ancla de la rejilla hasta su piel el chirrido que
produjo se convirtió en escalofríos, su alma afloraba su parte más valiente,
algo tenía aquella casa que tanto le atraía y que pasaba desapercibida por
tantos ojos que empañan la realidad de una ciudad…no sabía cuál ruido era más
fuerte, su corazón desbocado o el silencio tan estrépito del lugar, sus pasos
eran firmes, echó un vistazo a su alrededor, flores de distintos colores con
sus pétalos bien despiertos, arbustos que se perdían entre las nubes,
pajarillos cantando o tal vez avisándole lo que le esperaba dentro…no necesitó
tocar o llamar a la puerta, ésta estaba entreabierta abrazada a la oscuridad
del interior, del otro lado lo que captaron sus ojos la dejó sin aliento…y no porque faltara el aire,
porque de eso y mucho más era lo que sobraba en aquel lugar. Maravillada, la
sonrisa era permanente en su rostro, adentro se hospedaba todo lo que le hacía
falta al mundo, las paredes eran colores que respiraban, el sol más radiante y
la luna poetiza se divertían en un juego de ajedrez, la fe que se había perdido
en alguna montaña estaba allí, sentadita con un café entre las manos admirando
su aroma, el tiempo refunfuñando escuchaba a la esperanza justificarse del
porque a veces llegaba tan tarde haciendo que muchas personas ya no creyera en
ella, y ella pidiéndole al tiempo que acortara la velocidad de sus alas, los
árboles en rueda contando su anécdotas más bonitas al ver parte de su familia
convertida en algún buen libro, al menos eso los hacía sentir de alguna forma
inmortales; en uno de los rincones estaban los reflejos, las sonrisas, las
ganas de vivir jugando al pin pon improvisado en una pequeña mesa, la
generosidad y el egoísmo en una pelea de boxeo con unos guantes flojos que no
quiere hacer apuestas, y el amor y el odio en plena confesión de ser esenciales
en la vida; por otra parte ninguno se había percatado de la presencia de la
joven; el cielo que era el esplendor de toda la casa anuncio su llegada, y el
asombro se hizo unánime; los sentimientos en concierto pararon de cantar para
no ser descorteces con la visita, los instantes mágicos, que por cierto eran
pocos, le tomaron de la mano para darle a conocer a todo su equipo, las paredes
vestidas de poesía le recitaron ansiosas algunos versos, y los sueños se
dibujaban en el aire esperando que uno de ellos pertenecieran a la joven;
sentada con sus piernas cruzadas les preguntó porque tanta belleza estaba
escondida en esa vieja casona que engañaba con su horrible apariencia externa,
el discurso lo comenzaron las sombras opacadas por tanta luz del alma de la
joven, les contaron que cada vez ellas reinaban el interior de las almas pero
viajaban a la casa para darle un descanso a muchos pensamientos malévolos, el
milagro dice haberse perdido porque nadie creía en él, y todo existe porque son
pedazos de algún recuerdo, las creencias, los valores y principios se sentían
ofendidos porque la maldad les había tomado ventaja, el amor ya no sentía la
calidez de unos ojos sinceros, y así cada uno expreso sus inquietudes…la joven optimista
se defendía, les explicó el laberinto de abismos que son los humanos, son un
intento de vida, aunque sean humanos, les hizo saber la necesidad de cada uno
de ellos fuera de la casa, las sombras a pesar de ser sombras eran necesarias
para aplacar un intenso sol, o para ser compañía en la soledad, el sol, el
cielo, la luna, las pintorescas estrellas, hacían del mundo el paraíso, el
tiempo es el que le da vida a un reloj y esboza cada paso plasmado en
historias, la fe es esa chispa de luz que abre el alma, hasta el odio en su
minoría debería existir pero frente a las injusticias y otras destrucciones al
alma del mundo, los sueños son esa dimensión en la cual nunca debemos
despertar, y que decir del amor, aunque no se encuentre su definición en el
diccionario es el que mueve al mundo y le da el toque de sentido a su giro,
dejo en claro que los humanos se construyen a
base de sonrisas, de sueños, de trazos, de almas, se construyen con
ganas, con tiempo…con vida, son todo ese lugar donde todo puede pasar. Fue
tanta su vibra que cada personaje se animó a dar un paseo y festejar regalando
un poquito de cada uno en las calles, las personas se llenaron de nuevos
suspiros y cada quien capturo un poco de cada elemento, la ciudad se llenó de
tantas alas, de tanto vuelo, de un completo cielo; un universo que es una pausa
del espíritu, la joven con lágrimas que nublaban sus ojos nunca olvidará sonreír
para divertir a las piedras que se encontraría en su camino, deshojar lo mejor
de sí es escribirle al viento…hace mucho que todo comienza y termina dentro de
la ciudad que cada alma habita…todavía hay mucho mundo que salvar.
Solanger Mendoza.
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