Manuel perdió la cabeza. Fue un proceso
paulatino, imperceptible al principio. Aún
más si se toma en cuenta que siempre estuvo solo. Comenzó con pequeñas cosas,
escuchando moscas volando cerca de su cabeza cuando se acostaba. Al principio era solo una y él la ignoraba,
ni siquiera encendía la luz para encontrarla. Pasaron varios días antes de que
se levantara y la buscara en los rincones más altos de su cuarto. La noche que
decidió acabar con la mosca, pasó dos horas intentando encontrar el origen
de aquel seseo que pasaba cerca de sus oídos y después se alejaba. La segunda
noche, desesperado, comenzó a escribir una especie de bitácora.
Día A.
Llevo varios días durmiendo con una mosca
en el cuarto. Al principio la ignoré pensando que sería cuestión de tiempo para
que encontrara otro sitio o a alguien más a quién molestar. Pero cada noche que
me acuesto la escucho rondándome. Ayer me levanté a buscarla y nada; como si la
luz la hubiera ahuyentado. Apagué la luz de nuevo y ahí estaba.; de regreso con su vuelo inconstante y su aleteo
apresurado.
Hoy me acuesto expectante. Todo está en
silencio. La estoy esperando. Estoy esperando, que venga a robarme el sueño.
Que llegue a sobrevolar mi cama ; como el ave de carroña que es. Todo está en
silencio. Creo que hoy no vendrá. Tal vez por fin encontró la salida y me
dejará tranquilo. Intentaré dormir.
La volví a escuchar. Brevemente. Tal vez
estaba soñando. Ta vez sigue aquí y sólo descubrió los beneficios de la tortura
psicológica (demanda mucho menos trabajo físico).
Día
B.
Hoy la escuché en el estudio. Estaba
trabajando. Dejé de teclear por dos segundos y la sentí pasar sobre mi cabeza.
Muy cerca, demasiado cerca. Ansioso, busqué en cada rincón de la habitación.
Mis ojos recorrieron cada centímetro en busca un punto oscuro sobre la pared
beige o en el techo. Me percaté de la suciedad acumulada en la pared. Sólo viendo
este tipo de cosas de cerca, analizándolas, uno cae en cuenta de lo mucho que
hace falta una mujer en la casa…y en mi vida. No por que sea la limpieza algo
implícito de su género, sino por su naturaleza
meticulosa, ordenada y limpia que les permite ver lo que nuestros torpes
ojos pasan por alto. En las paredes y en el alma.
Un punto sobre el piso de madera captó mi
atención. Me abalancé sobre el. Lo pisé enérgicamente y sentí como la fuerza
ejercida por mi zapato lo hacía explotar. Aplastado entre el piso café y mi
suela nagra. Reducido a nada, modificado en todas sus dimensiones para
convertirse en una plasta amorfa y sin sentido.
Me senté tranquilo en mi silla de nuevo. Con el sabor de la victoria aún
en los labios. Me disponía a retomar el trabajo donde lo había dejado cuando la
escuche de nuevo. Torturándome…astuta y
escurridiza, jugando con mi mente… dentro de ella, dentro de mi. Asustado me
incorporé de inmediato para analizar la mancha amorfa el suelo. Había quedado
irreconocible. Sin más herramientas para comprobar mi esperanzada hipótesis y
asegurarme de que no estaba perdiendo lo cabeza, pasé mi dedo índice por la mancha
oscura sobre el piso claro y me lo lleve a la boca...una pasa, o una mosca muy
dulce. Me sentí estúpido y avergonzado y reí con mucha fuerza tirado en el piso
del departamento mientras el zumbido del infierno inundaba mis oídos y se metía
entre las circunvoluciones y cisuras de mi cerebro.
Día
C
Creo que son dos, estoy seguro que están
confabuladas. Me he puesto a leer más sobre moscas. Llevo toda la mañana
leyendo unos libros de entomología que encontré en el closet. Las trajeron hace
2 meses y según me dijeron pertenecieron a mi padre. Espero que por lo menos
sus libros sean útiles. Llevo apenas dos capítulos y nada. No puedo trabajar. A
penas me siento frente a la computadora comienzan a zumbarme los oídos. Tal
vez alguien no quiere que escriba más y
mandó dos moscas a robarme la inspiración, el sueño, las ganas, la razón.
Leí un capítulo entero sobre las moscas
de la fruta. “Drosophila melanogaster”. Los libros son viejos y la información está
desactualizada. Estaba apunto de cerrar
el libro y abandonar mi investigación cuando un par de renglones escritos con
letras muy negras saltaron a mis ojos, viajaron por mi nervio óptico y llegaron
a la poción trasera de mi cerebro y me hicieron retorcerme en la silla con un escalofrío
que casi me tira al piso. “Estas moscas son utilizadas en laboratorios para estudios genéticos”. Naturalmente busqué información
más actualizada en el internet. Aparentemente, esta mosca tiene una serie de
características muy especiales, que son de gran interés para los hombres de
ciencia. Este pequeño espécimen cuenta con un muy reducido número de
cromosomas, lo cual, la convierte en el insecto ideal para la experimentación
genética. ¿Será acaso que estas moscas, las mías, han sido modificadas?. ¡Qué
tontería!. ¿Quién se tomaría la molestia de alterar genéticamente a dos moscas
sólo para joderme? . Dejaré de invertir mi tiempo en tonterías, intentaré
ignorarlas y retomaré el trabajo dónde
lo dejé.
Día
D
Estoy convencido de que estas moscas han
sido alteradas genéticamente. No hay otra explicación. Hoy por la mañana inundé
mi departamento con solución mata insectos, y nada. Las malditas siguen aquí,
con su suciedad y sus ojos fragmentados y su insoportable bzzzzzzz. Estoy
perdiendo la cabeza. Estoy considerando seriamente vender este departamento y
cambiarme de código postal si es necesario. ¿Y si no funciona? ¿ Y si me siguen
a dónde vaya? ¿Qué clase de castigo es este? ¿ A qué deidad ofendí para que
esta plaga de moscas alteradas del genoma haya caído sobre mí?.
Ahí están. Las dos. Son fuertes, creo que
hoy son más grandes. Su vuelo se oye más decidido, mas firme. Dios mío. Dios
mío.
Día
E.
Me he encerrado en el closet. Ahora son
más. No estoy seguro cuantas. Creo que
se han reproducido por la noche. Yo apenas dormí una hora. Estaba atento,
vigilante. Supongo que esperaron mi momento de vulnerabilidad para reproducirse
y aumentar de tamaño. Ahora son más rápidas. La velocidad que alcanzan durante
el vuelo es alarmante. Es imposible verlas, es imposible combatirlas.
Han tomado el control de mi departamento y de
mi vida. Estoy aquí; encerrado con mi cuaderno, mi pluma y un pedazo de pan que rescaté de la
cocina. Sólo entra una franja de luz por el espacio que queda entre la puerta y
el suelo. Dios mío, ¿qué está pasando?. Me pregunto si esto sólo me está
pasando a mi o es una catástrofe mundial. Quisiera saber si todo el mundo está
encerrado en sus closets escondiéndose de las gigantescas moscas invisibles que
ahora roen los cables y se alimentan de miedo y algodón. Me pregunto si el
presidente y su familia están encerrados en un solo closet, y si los científicos estúpidos que decidieron
alterar el genoma de una mosca ahora están encerrados en sus sótanos buscando
una solución. Pronto se meterá el sol y
todo aquí adentro será oscuridad. Espero que mañana pueda salir. Algo se me
ocurrirá.
Día
F.
Hay algo grande allá afuera. Por lo menos
del tamaño de un gato. Me asomo por la ranura, que es mi único contacto con el
exterior y veo patas pasar corriendo… de pronto se paran frente a la puerta y casi
puedo ver los pelos gigantescos de sus patas acariciando la madera, y sus bocas
succionadoras lamiéndola. Las imagino
lamiendo mis sábanas y mis almohadas y a mi.
Recuerdo haber leído que las hembras
ponían cerca de 8,000 huevos. ¡Ocho mil huevos! desde aquí veo mi refrigerador
y mi techo invadido, infestado de huevos gigantescos, y veo también las larvas
pegajosas y hambrientas tiradas en toda mi alfombra, alimentándose de ella y de
mi propia carne muerta. Espero que nunca me encuentren, espero que no devoren
mi cuerpo, espero que con haber roto mi espíritu tengan suficiente estas viles
criaturas infernales.
Día
E
El pan que tenía se terminó. Tengo más
hambre que nunca. No tengo más remedio que salir de aquí y enfrentar a esos
terribles insectos del infierno. Hoy se ven más grandes; se les escucha más
veloces y hambrientos. Quizá pueda llegar a la puerta del departamento, huir y nunca mirar atrás. Quizá muera devorado
por larvas gigantes.
Que inconcebible, que estúpido que
increíblemente irreal es estar aquí encerrado. No tengo más que decir. Dentro de poco abriré la
puerta que me separa de los demonios, de los míos, los miraré a la cara, y me
veré reflejado un millón de veces en sus ojos de infinitos hexágonos y lo que
pase después quizá nunca será escrito.
Carlos Ferráez Servín de la Mora
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