Y muertos nuestros dedos cuando se tocan.
Qué muerta la sangre que me alimenta.
Qué secas las plantas y sus flores, y los árboles.
Y el cielo, qué muerto está el cielo estos días.
Muerta la gente, con sus miradas apagadas y las manos frías. Con los pasos hacia ningún lado.
El ruido y la luz ya no dan vida, acaso la quitan.
Los amantes solos, ya ni pueden amarse a ellos mismos.
Qué tontas las letras que inspiran.
Qué ridículo el poeta. No se ocupa, no sirve.
Que inutiles las tildes ¿de que sirven?
¿Qué placer da vivir?
El mundo está gris y apagado, andarlo se confunde con el último ocaso.
Con la muerte, qué terrible la muerte. Pero más terrible todo lo muerto.
No diré que tú matas todo lo que antes no importaba si estaba vivo. Qué aburrido lo cursi y lo romántico.
Qué estúpido el hombre que ama a una mujer. Qué patéticos los que se quieren y los que se necesitan.
Qué tonto intentar vivir, cuando ya no está muerto. Qué tonto sonreir con motivos falsos. Todos son falsos.
Qué tristes tus ojos. ¿Qué les hice? ¿por qué me permitiste hacerles eso?
Qué trivial perdir perdón.
Ya nada va a revivirme.
Juan Diego Maya Duque
0 comentarios:
Publicar un comentario