Es inevitable que duela el cuerpo y que
duela el alma cuando la razón reconoce que no estás al lado de esta piel.
Ha sido inevitable dejar de soñarte, de
sentirte, de amarte y de desearte aún cuando sé que por el momento no puede
ser.
Naciste en mi pecho, naciste en mi mente y
hace más de dos décadas que existes pero mis letras no lo sabían, sólo lo
suponían.
Fuiste ese sueño creado en una noche sola y
fría, ese sueño que se forma con la intención de no hacerlo realidad, no te puedo
hacer realidad. Sin embargo, a pesar de tener las probabilidades del azar en mi
contra, llegaste a mi vida, llegaste hecha tormenta, inundando mis días,
lloviendo entre las piernas, abundando en la despensa.
Caminaste mis senderos, acariciaste mis valles,
bebiste de mis aguas y ahora me dejas completamente seca, no dejaste ni
siquiera huella, dejaste morir los helechos.
Te pido por favor que me enseñes a partir
en silencio, con esa fuerza, con ese ímpetu, con esas ganas de que no te sienta
ni el viento.
Haces falta aquí en mi pecho, hace falta
sentir tu aliento, morder tu boca, besar tu alma y abrazarte la sonrisa. ¿Qué
le pasó a tu sonrisa? Creo que la has olvidado en el maletero. Si me dices
exactamente dónde, puedo ir a buscarla y pintártela de nuevo.
¿Qué le pasó al amor que me jurabas? Ese
que decías que hasta la muerte defenderías.
Mujer, haces falta aquí en mi pecho y ya no
puedo con el vacío que has dejado, ya no quiero este hueco.
Helena Sibarita
@LaCkatrina
@LaCkatrina
0 comentarios:
Publicar un comentario